miércoles, 1 de abril de 2009

Podria ser...


Podría ser…
El placer que sentía venía del odio, no podía venir de otro sitio. Sabía que los demás hablaban sobre él, que pronto llegaría su fin, que tenía los días contados. No lo había buscado, no lo había provocado, pero era así. Decidió que debía desaparecer, que antes que le encontrasen y le echasen se iría, aunque nunca se fue del todo.Buscaba a aquellos que le habían hecho sentir mal consigo mismo. Buscaba a aquellos que se merecían lo que les iba a pasar, a aquellos que jamás aprenderían nada.En una biblioteca llena de libros con sus correspondientes finales, ser el único defectuoso, el único anormal, el único que al final, había salido con tres paginas en blanco donde debería haberse resuelto la trama, era un tormento. Siempre hay un consuelo o una esperanza y para un libro sin final, la única salvación es que los demás tampoco lo tengan.Sigiloso se escondió y en su escondite observaba cómo sus enemigos partían hinchando sus lomos de orgullo hacia el paraíso: las manos de un lector, allí donde todos los libros cumplían su misión en esta vida, su razón de existir, ser leídos. Él nunca llegaría a eso, cuando unas manos y unos ojos se diesen cuenta que a ese libro le faltaba algo, que estaba incompleto, sería rechazado, devuelto, destruido, porque él no era un cuaderno, ni tenia un índice detrás que fuera de lo menos importante, y sobre todo no era un libro aburrido en el que nadie llegaría al final, él era una novela best seller, de las que atrapan al lector desde que empieza y nadie se resigna a perderse el final.Desde su escondrijo planeaba el golpe y le gustaba pensar, una y otra vez, que la condena a la que estaba predestinado la cumplirían otros; serían castigados los que tendrían que haber sido sus compañeros y apiadarse de él, los que se jactaban de que tenían una razón de ser y él no.Cuando pasaba a la acción se convertía en el justiciero, en el que señalaba con el dedo que no tenía. Le temían, lo había oído. Entre los perfectos se había extendido ya el rumor de que por la noche, alguien se adentraba en tus tripas y te robaba las tres últimas páginas. Sí, el final.Pero aún y así, ante la alerta que se había generado en el ambiente, cada libro pensaba que nunca les tocaría la vez.Esperar el momento. Esperar el preciso momento. Era delicioso. Saboreaba el instante justo antes de palpar la venganza. Estaba atento y sabía, que como siempre, él era el único. Estaba en guardia y ansioso. Pero no podía descontrolarse, pues cada uno de los movimientos tenía que ser exacto: abrir las tapas, despacio, lentamente, sin hacer ruido. A veces le ocurría que al ver a su víctima, al contemplarla dormir indefensa e inocente, se preguntaba por qué y entonces miraba su final y sabía el motivo. Estirar de las hojas, deshacer su entramado, sentir cómo se rasgaban, cómo se separaban de su dueño, era el éxtasis. Un último vistazo. Sí, lo había vuelto a conseguir, el destino de alguien era de su propiedad. Era una pena que no pudiese utilizar aquellas páginas para sí mismo, mas no eran para él, a cada libro le encajaba sólo su final y él no tenía.Una noche tras otra era el justiciero y ésa era la única razón de su vida, impartir justicia.Pero ay, no es la justicia cosa de libros. Porque llegó el día en el que se percató que los lectores empezaban a escasear, ya no entraba ninguno. En poco tiempo vio como su mundo de paz en el odio se desvanecía y ante no poder vengarse de nadie se encontró más perdido que nunca. Estando ahora en la oscuridad, observando las altas estanterías inmóviles, rememorando sus mejores tiempos como ladrón de destinos, se dio cuenta que aquello por lo que había vivido ya no existía.
Que había perdido mucho tiempo en obsesionarse en lo que los demás tenían y a él le faltaba, que había dado excesivo valor a aquellos que en la vida podían conseguirlo todo fácilmente. Entonces, acordándose de aquellos a los que había dejado sin final y que no podrían jamás volver a tenerlo porque él los había destruido, emprendió el viaje de vuelta a sus orígenes, a buscar, a encontrar alguien que fuera capaz de poner fin a su historia….
Solo necesitaría un bolígrafo….