jueves, 23 de agosto de 2012

Hace calor....


Hace mucho calor, se suceden viajes, vacaciones, descansos, se sucede la vida un dia detras de otro en un empeño morboso por perpetuarse, y , debil de mi... me dejo llevar.

lunes, 19 de marzo de 2012

Miro tu fotografía.....

Miro tu fotografía, la miro con celos.
 Llevas una camisa blanca y ese botón ...  insinuando peligrosamente la prolongacion que sigue provocando en mi un desconcierto de sonrisas maliciosas.
Ser el último botón de tu camisa debe ser un privilegio.
Sonrío.
Pero, que sepas, que siempre me quedo con ganas de desabrocharte esa fotografía

lunes, 12 de marzo de 2012

martes, 6 de marzo de 2012

Estación de servicio....

A medida que vamos viviendo, transitamos por la inmensa autopista de los acontecimientos cotidianos que nos suceden, y siempre, repito, siempre, ya sean muchas (o pocas) veces habremos de detenemos en la “estación de servicio” donde además de cargar un poco del combustible vital necesario para seguir adelante -llamémosle amor, salud, sol, brisa o vida misma- es condición absoluta dedicarnos al menos un instante para la reflexión, posarnos cómodamente en el pedestal de la memoria y pegarle una ojeada a los titulares del periódico de nuestra propia existencia.


Recuerdo que fue en ese lugar casi ideal donde conocí a mi amigo más fiel, donde comprendí la risa y donde lloré por primera vez. Fue también ahí donde cometí mis primeros errores... y donde me arrepentí, también donde deje parte de mi equipaje para subir a una compañera (llamada felicidad) que se bajaría más adelante.



Vivir es eso, ir tomando de cada momento las cosas que consideramos oportunas, a veces las elecciones que hacemos son buenas, y nos llenan, nos aportan muchas mas sensaciones, otras veces, esas mismas decisiones que en su momento fueron buenas se agostan y se secan porque ya no dan lo que esperábamos o nosotros mismos no las hemos sabido cuidar lo suficiente.

Otras veces tomamos decisiones equivocadas, pensamos que eran buenas y nos salen “ranas”. De eso también se aprende.

Y hasta de vivir se aprende, se aprende a querer vivir, y a veces se aprende a no querer seguir mas allá y dejar todo. La esperanza, que siempre debería estar con nosotros, se ausenta a veces, y reaparece como los ojos del Guadiana.

La “estación de servicio” siempre esta ahí.

Es nuestro particular refugio.

Es única para cada uno de nosotros.

viernes, 24 de febrero de 2012

Descubriendose a si misma.....


Una mañana dejó de utilizar su mano izquierda. Guardó en un baúl parte de su vestuario, las faldas, los pantalones, las chaquetas, que no dispusieran de bolsillos; los necesitaba para guarecer su mano, le urgía esconderla, mantenerla a buen recaudo.


Amante de la naturaleza tachó de sus itinerarios aquellos lugares que no albergasen un río.

Adivinar su imagen en las vidrieras, en la transparencia de una copa, de un vaso, en los cubiertos y las bandejas de acero, mitigaba su ahogo. Los cristales de las gafas de sus interlocutores e incluso los de los transeúntes con los que se cruzaba, la sacaron de muchos apuros. Si no lograba su propósito, sacaba su mano del bolsillo y la acercaba a su rostro.

Atisbarse era lo primordial en su vida. Comenzaba a inquietarse pensando cómo los demás podían pasar sin aquella exigencia que la apremiaba. Ella observaba sus rostros, que se modificaban sin control, a merced de pensamientos: una cara sonrojada, unos ojos llorosos; sus gestos los delataban. Jamás consentiría que le sucediese como a ellos.



Acuciada por su aprieto, interrumpía sus conversaciones, acercaba a su rostro la palma de su mano izquierda, un segundo después continuaba, sin reparar en el desconcierto que causaba aquel gesto extraño y repetitivo. Pegado a su palma con un adhesivo un diminuto espejo devolvía el ritmo a su respiración y el latido de su corazón se desaceleraba.



Los secretos, al igual que las mentiras, no resisten demasiado tiempo clandestinos.



Día a día comprobaba como su mundo se reducía mientras sus amigos se preguntaban entre sí, incapaces de sincerarse con ella. Pero no fue necesario que lo hiciesen, pronto acabaron sus cavilaciones. La urgencia de contemplarse aumentó así como el tamaño de su espejo, hasta sus bolsillos quedaron pequeños para albergarlo.



Inventó un artilugio que colocó en su cintura. Sólo con un simple movimiento de cabeza accedía a su personal escaparate. En todo momento podía ver su rostro. Desde entonces su semblante es sereno, su comportamiento tranquilo, su mirada llena de paz, porque ahora nada teme, ni a ella misma.