viernes, 21 de diciembre de 2007

Intimidad


Intimidad,
nombrando con las manos mis deseos,
caminando a solas,
cogiendo cosas aquí y allá,

las ordeno.


Ideas que surgen, proyectos,
crear espacios que no existían,

de momento...
Y hacer malabares con ellos.

Romper el alma de los objetos:
Son sujetos
Cada cosa creada esconde su misterio.

Y cada misterio un sueño

domingo, 9 de diciembre de 2007

Adolescencia tardía....


ADOLESCENCIA
(Para leer aspirando el aroma de una rosa)

Llego a tus orejas......
Me pierdo......
sorprendo las descosidas calles de tu blusa
aún dormida en el sopor de la siesta...

puedo sentarme sobre el caracol en medio del camino,
puedo y no sé encender mi lápiz
para enviarte otra señal de humo a tu caderas...

debajo del puente
alguien gime...
dulce minina...
minina... mi nina... miniña... mi niña...

Encuentro los huevos blancos de tus ojos,
tropiezan;
veo que tus ojos no ven a estas horas ciegas
en que las desnudas tortugas
hacen el amor descaparazonados... des corazonados...
sus críos voladores fingen dormir
mientras en el mundo explota la última bomba
en el paraíso de los ahogados...

camino... (¿he dicho ya que no puedo fumar?)
hallo el lastimado prado de tu falda,
soy leñador y talo
talo las blancas piernas de tu bosque...
talo y talo... talo y callo...
callo tu boca desesperada...

me canso de ser así,
VISTO TU FALDA,
me ajusto a tu hembra cintura...

logro encender mi pálido cigarrillo.

Ángel toca trompeta......
granizo y fuego sobre el techo del templo (tu cuerpo).

Alguien llama a la puerta.
Papá. Mamá: tus padres...

Otra vez, la muda ventana
es el agujero oculto tras la cortina
por donde me arrojas despiadadamente
de las blancas calles de tu cielo...

Letras de una tarde de lluvia


LETRAS DE UNA TARDE DE LLUVIA

(Para leer sentado junto a una taza de café)

Ahora resbala tibia
tras la ventana
algunas gotas dibujan
arabescos, letras muertas.

Mujer lluvia bajo cuyas agujas gotea
dos tímidas niñas el horizonte divisan...
oscuros ojos de mirar erguido.

Calle vacía:
anciano y bastón se alejan parcamente,
alguien desde su puerta observa:
Ulises y su azaroso retorno a Ítaca,
Penélope y Telémaco juegan a Edipo, rey.

Todo queda suspendido
bajo la luz de mi flexo...
el sabor de un último beso,
los caminos andados y por andar
y la certeza de saber que nos vamos
cada vez que nos quedamos.

Olor a tierra mojada,
cuerpo varado en el mar de un sillón,
mente desbocada mil veces reprimida;
bailas desnuda bajo la lluvia febrero.

No lo digas más...
te colgarás de los eufóricos semáforos
gemirás... gemirás frenética
atada al humo espiral del cigarrillo...

cuando los marineros te vean ebria
te morderán los senos caramelo cuan hambrientos niños,
entonces te bajarás el alma y todos comerán blancos panes.

Acabada la lluvia
y mojados nuestros cuerpos,
sabrás que a pesar de la partida de los trenes
y los blancos pañuelos en dedos luminosos
el cielo nos depara otra lluvia caliente
cuyas gotas morderé debajo de tu blusa.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Cuando muera...


Cuando muera

apagaré los cielos

y preguntaré a las estrellas

quien desea seguirme.


Cuando muera ,

toda vida de flores y primaveras

lo harán también

toda luz y reflejo

todo río feliz

todo puente de piedra.


Cuando muera

el horizonte desaparecerá

ya no hará más falta

sin sueños , sin deseos.


Lágrimas dobles de ojos simples

así me despediré

de los suspiros

de las personas que me quisieron

(y de algunas que aun me quieren)

a ellas les quedará mi legado:

los aromas, las nubes ,

el arco iris , los niños jugando

riquezas del sentimiento

y letras , muchas letras

de negro y blanco sayo

a ellas mi pensamiento inmortal.


Cuando yo muera ,

la vida se vendrá conmigo...

viernes, 9 de noviembre de 2007

vengo de un sueño....


Vengo de un sueño,

anoche olvide cerrar las persianas,

y la luz de este amanecer,

trastoca tiempos y espacios.

Vengo de un sueño,

caminado a ciegas.

Se hizo noche en el sueño,

y vi el cielo lleno de estrellas,

mas lleno de lo que nunca había visto,

y de todas ellas,

sabia algo, mucho.

Quiero preguntar pero nadie me deja hablar,

el mar ha perdido su mansedumbre,

las estrellas se han borrado del cielo

lo acepto, con naturalidad,

con mansedumbre

con resignacion,

vengo de un sueño....

martes, 16 de octubre de 2007

Siete dias


I Día

Luz de madrugada .

Cegado,temeroso de tus ojos en la niebla

te invento con la venda de tu piel en mis pupilas

y no hay nada

sólo sombra

declaración de intenciones..


II Día

Verbo en el silencio .

Callado

que no se escape de mi tu aliento,

en el balbuceo rancio de mis labios

te beso

y el universo de tu sabor se hace eterno

ya no hay vida en mi silencio..


III Día

Tu alimento y mi pecado .

Erguido con mi lanza

soportando tu batalla en el centro

(mas o menos) de mi cuerpo

te acuno

y es el roce de mis manos hecho agua y alimento

soy un hombre enajenado

por tu recuerdo..


IV Día

Deseo y búsqueda .

Sintiendo el despertar sentido de mis manos

como una danza en tus caderas

te exploro indago rastreo

con mis huellas veladas

en las guaridas de tu cuerpo..


V Día

Nacimiento en tierra .

Adentro en el espacio estrecho de tu vientre

me embarco,navego

y nace el viento que hace vibrar mis velas

para llevarme, como al héroe a buen puerto. .


VI Día

Muralla .

Acostado en la curvatura dorsal de tu espalda

te monto con las ansias serenas de un dios enano

esparciendo pétalos en el fondo de tu cuerpo

y la lluvia que no acaba es miel que me roba el cielo. .


VII Día

Cruce de caminos .

Juntos con el alma llena de temores

yo cazador tú mi presa

me enlazo a tu anillo prensado desde siempre

y mi voz es sólo gemido en tu garganta

clavado en tu pecho abierto por mi daga

y sangro en la ausencia más terrible de tu cuerpo

y lloro por ese cruce en mi camino .

Por no tenerlo.

martes, 9 de octubre de 2007

El cuadro




EL CUADRO



Leganés, Madrid 12 de Julio del año 2000.

Parece que me intimida el blanco, la superficie virgen del lienzo me llama desde el momento en el que lo vi en la tienda, apilado junto a muchos como él, nunca me había atrevido a coger un lienzo de ese tamaño, y eso que eran muchos los lienzos embadurnados que se apilaban en mi estudio, pero esas medidas me gritaban, tenia que ser algo grande, algo que fuera especial.....

Hace muchos años que pinto, a veces, me paro a pensar con un cigarro entre los labios y un pincel entre los dedos, o al revés, en muchas ocasiones he chupado el pincel esperando atraer su humo mientras el cigarro se consumía entre mis dedos, y creo que ya no distingo si nací con la pintura o esta vino a mi en algún momento de mi vida.

Los olores a trementina y óleo están tan pegados a mi piel que la ducha reparadora solo hace que atenuarlos, los pigmentos, las botellas de barniz, los trapos sucios son mis compañeros.....

No sé exactamente qué me ha pasado, ni siquiera sé porqué me ha pasado, sé que de pronto, ahí está en el caballete, una vez armado el lienzo, esperando que haga algo con él, pero me intimida, el blanco del lienzo me intimida, lo miro, despacio, lienzo, tenso, sin una arruga, sin una mancha, sin un defecto.

Lo acaricio, mi mano pasa de lado a lado del lienzo, frotando suavemente y es así frotando cuando se pinta el paisaje, si será un paisaje, será el bosque, tiene que haber árboles, y luz, mucha luz... “Luces sobre sombras, brillos sobre luces” las palabras de aquel viejo pintor que me enseño algunos secretos del óleo resonaban en mi cabeza. Y agua, quiero que también en este cuadro el agua esté presente, me encanta ver reflejado en el agua un paisaje...

Me alejo, cojo un Ducados de la cajetilla y el mechero y la llama me aparta un momento de la blancura del lienzo... Esa luz naranja de la llama me trajo colores de otoño a mis ojos, mientras expulso el humo noto que me estoy riendo. ¿Un otoño? Con agua, luz de fondo de una puesta de sol golpeando el perfil de las copas de los árboles que se mezclan con los tonos ocres del cielo.

Cierro los ojos y empiezo a disponer elementos...

No usaré el carboncillo negro, no quiero que las marcas dejen señal en el lienzo, el negro es mal color, miro el bote de lapiceros, cojo dos, allí están los Lyra de Rembrandt-Rotelkreide, el 300 y el 301, elijo el 301, mas claro, mas matizado que su compañero aunque los dos sean carbones ocres, me acerco al lienzo y delante de él rompo la inmaculada blancura con una línea que delimite el horizonte, a la que le siguen otras muchas marcando el espacio del agua, de las piedras, de los troncos de los arboles que se abren a derecha e izquierda dejando un paso a la luz del ocaso que tiene que venir por allí...

Me alejo, el cigarro se ha consumido en el cenicero repleto de colillas que me niego a vaciar para recordarme que ya he fumado demasiado, enciendo otro y miro.

El paisaje se perfila poco a poco, tampoco me gusta demasiado dibujar mucho el lienzo, quiero que sea la pasta de pigmento y aceite la que cubra y vaya dando vida a la obra, mis ojos se giran despacio a la caja de colores, el bote de Blanco Titán de Mir se vacía sobre la paleta manchado con un poco de Bermellón, lo mezclo bien con la paletina, y pruebo, mancho el óleo, me alejo y observo, hay que corregir, mas bermellón, un ocaso pide mas tonos rojos, al fin consigo el color, ese es, y delicadamente, mezclando la trementina con la pasta la voy aplicando despacio a todo el cielo en suaves pasadas que enfondan y cubren el blanco del lienzo desde su borde superior hasta la línea del horizonte, reservando los arboles.....

La parte central, de donde viene la luz la voy diluyendo poco a poco en amarillo real con el tono anterior, trayéndomela hacia el cuadro, buscando los efectos del hueco dejado por los árboles...

Los troncos de árbol los pinto con sombra tostada. Tapan parte del cielo y además bajan rompiendo la línea del horizonte, ocupando el campo de visión como rayas oscuras a ambos lados del lienzo.

Queda el suelo por enfondar, viniendo la luz de frente será oscuro, el azul de Prusia rebajado dará al agua los tonos que quiero, y la siena hará de la tierra el color arena oscura que luego tapare con hojas, ramas y la hierba...

Con el pincel en la mano me alejo, miro el reloj, llevo mas de cuatro horas pintando, seis si contamos armar el lienzo y prepararlo, me sitúo de espaldas al cuadro y enciendo otro cigarro, y despacio, mientras expulso el humo, me giro y veo lo que hice.

Los colores delimitan un paisaje aun por formar, ya no hay blanco, el lienzo, manchado me indica que he vencido al miedo, que puedo con él, que soy capaz de enfrentarme una vez mas a mí mismo y con eso, a lo que venga. Fumo, mirando el lienzo que me reta a seguir, el cigarro llega a su fin y lo aplasto en el cenicero, junto a sus anteriores hermanos, limpio los pinceles en aguarrás y los seco con un trapo, así, despacio, meciendo las cerdas, habéis cumplido, mañana será otro día, me quito la bata que un día fue blanca y hoy es reflejo de mil tonos y después de lavarme las manos en la pila del aseo, miro el cuadro mientras mi mano apaga la luz del estudio, momentos antes de cerrar la puerta.


Leganés, Madrid viernes 14 de Julio del 2000.


Cuando enciendo la luz del estudio, los tonos ocres me llaman desde el fondo, ocupando toda la visual. Ayer también entre en el estudio, pero no fui capaz de coger un pincel, solo me senté en el sillón, y dándole un suave movimiento gire para contemplar el otoño. Me quede así, sentado enfrentado a un esbozo que iba tomando cuerpo, con las piernas cruzadas y encima de ellos mi codo apoyado que sostenía mi cabeza mientras entre los dedos un cigarrillo iba dejando su columna de humo en el aire.
El otoño usa tonos ocres, rojos a veces, amarillos, naranjas, pero también tonos verdes, esos brotes y esas hojas que aun perduran perdidas, esa base de la hierba junto al agua que habría que cuidar mucho porque de lo contrario el amarillo y el verde darían azules...
Hay que oscurecer mas lo más cercano, dejar que la luz acaricie el horizonte viniendo hacia mí por el centro, por el hueco de los arboles, hay que traer las sombras, cayendo hacia el bajo del cuadro y perdiéndose entre el agua, entre la hierba...
No, ayer solo fue planteamiento...

Hoy tengo tiempo, un paquete de tabaco casi intacto, mi mujer y mi hijo han ido de compras, volverán tarde, ya se sabe, las rebajas. Hoy el frasco de trementina esta limpio, esperando a que deje caer en él el liquido acuoso de fuerte olor, mis pinceles muestran sus penachos en los botes en la estantería y ya soñé con el cuadro, ya sé que quiero hacer allí...

Un pincel redondo y duro va dando forma a los arboles, da color a cada uno, con su forma, sin molestarme en nada, solo tapando con color, hiriendo los ocres del cielo, los tonos mordientes aun se mezclan con los diferentes ocres, hay que ver cuantos colores pueden salir de una base, el ocre con bermellón me da un tono cobrizo, rojizo, el ocre con verde vejiga me da saturación, frondosidad, el ocre con amarillo de cadmio naranja me aporta luz, que hago mas intensa añadiendo amarillo real, el ocre con blanco me trae tonos claros de luces venidas, el blanco con el amarillo me da brillo, ese que busco para delimitar el roce de los arboles contra el horizonte, allá donde se pierde la noción de que es árbol y que es cielo.

El cuadro va tomando cuerpo, la paletina apunta leves puntos que perfilan las ramas finales, las hojas que cuelgan, y a su vez hace que cada rama vaya tomando entidad propia, suavizando los contrastes del fondo del árbol.

Un pincel redondo de pelo suave mezcla los hirientes tonos de la sombra tostada del tronco del árbol con cremas, ocres, blancos, sienas dándole ese efecto de rugosidad, de corteza, deposito pintura, pegotes de pintura que forman esos bultos rugosos del tronco, así, uno, otro, dándole a cada árbol su cuerpo y dejando caer entre las hojas ya pintadas la continuidad de unas ramas que se prolongan hacia el cielo en busca de la luz, cuidado, tonos oscuros en las bases, en los lados donde da la umbría, tonos de luz reflejada sobre los troncos.

Me separo, tomo aire y dejo que el otoño respire, miro de lejos el efecto buscado, retoco aquí y allá, me vuelvo a alejar, y metiendo el pincel en el bote de aguarrás lo limpio con un trapo, y enciendo otro cigarrillo, otro ducados, y miro...

He decidido cambiar parte de la escena, con el pincel manchado en azul de Prusia alargo el agua hasta la línea del horizonte formando un río que llegue hasta la parte baja del cuadro, un río que delimitado por hierbas de ribera y peñas haga sacar brillos de espuma blanca al movimiento del agua y le dé un juego distinto.

Dos peñas fijaran la línea del horizonte, a su lado el río borboteando espuma ira bajando, el pincel mezcla en la paleta bermellón y azul cobalto para conseguir un tono muy oscuro, cercano al negro que de base a las piedras y a la ribera, un suave zigzag hace del río una corriente que baja, que se mueve, que golpea piedras diseminadas a ambos lados de la orilla. Ya manchado el pincel, la ribera del río también tiene piedras, mas pequeñas, menos roquedal, hay que hacer la piedra para que luego la hierba suba entre ellas medio ocultándolas, pero sabiendo que están ahí.

Con el agua baja la luz, el blanco de la espuma se va difuminando formando la corriente, arrastrando la luz de esos espacios donde se cuelan los rayos de sol y a la vez dejando los espacios de sombra, sombra en las orillas donde las hierbas ocultan la luz, sombras reflejadas de los arboles que se levantan a ambos lados del río, sombras de ocre de ramas y hojas, hasta sombras de aquellos tallos de junco y de hierba que se elevan mas que los demás.

La ribera del río lleva caída, son montículos que caen hacia abajo a perderse en el agua haciendo la cuenca del río, el espatulin va dejando tonos ocres, más oscuros en las partes de sombra que se mezclan con tonos verdes, el filo del espatulin va dibujando ramas muy pequeñas a lo lejos, agrandándose a medida que se acerca a nuestro campo visual, aquí abajo, mas cerca según la óptica que quiero hacer hasta las hojas y las briznas de hierba tienen que ser hojas y briznas de hierba, mecidas a ambos lados, columpiándose sobre la ribera, cayendo en las aguas del río donde se pierden en la sombra.

La paletina rellena con toques espaciados los diferentes nudos, crea bases en las rocas, hace que surjan matojos, grupos de plantas de diferentes tonos que combinados darán la sensación de campo, verdes, ocres, sienas, sombras, son el juego de un loco mezclando uno sobre otro hasta crear esa sensación de campo, algunos hasta trepan por el tronco de los arboles, otros de limitan a flanquearlos.

Quítate de aquí, apartate, te estas emborrachando de óleo, mira despacio, de lejos... La sensación es encantadora, hay que retocar, la sombra de este árbol debe caer por aquí, entre la maleza, debe ser más oscura. La luz también tiene que jugar entre la hierba, hay que darle luz, los amarillos trigueños e perfilan en las puntas de algunas ramitas de hierba, las que ya secas ondulan entre las demás, así, retírate, míralo.

Qué sensación.

Aun queda, “Luces sobre sombras, brillos sobre luces” decía mi maestro, hay que dar brillos, limpia el pincel, bien limpio, pero este no, para esto prefiero mi viejo Stadler de pelo suave del dos, si aquí está.

El blanco se mezcla bien, tapa, dá juego, nunca me gustó usar otro blanco que el titán, y eso que dicen que el blanco plomo, el blanco plata o el mixto dan juego, pero a mí me gusta la pureza del blanco titán, si hay que limarlo, ya mezclare yo...

Una pincelada en blanco resalta el borde iluminado del tronco allá donde incide la luz, una mancha de blanco delimita dónde pega el agua con la piedra y surge la espuma, así, despacio, difuminándola hacia arriba, como si saltase, unas suaves líneas en blanco perdiéndose dan idea de la corriente del agua, así, el blanco mezclado con el color oscuro de la piedra le da forma, hace cuerpo, aléjate, despacio sin darle la espalda, un paso, mira, adelanta el paso y dá el retoque ese, aléjate de nuevo, mira, un paso, si, me gusta, dos pasos, mira, el conjunto queda gracioso, otro paso atrás... No, un pincel limpio vuelve a traer sombra reflejada en el agua y otra paletina le da suaves movimientos de vaivén difuminándola, haciendo ver que es una sombra, un reflejo.

Aléjate, así, tres pasos atrás, si, me gusta, cuatro pasos, si, sigue, mi espalda choca con el sillón, lo aparto y sigo andando hacia atrás, hasta que ya no hay espacio, estoy todo lo lejos que puedo estar.

Ante mis ojos esta el otoño, la luz tenue de una atardecer se filtra entre los arboles cuajados de hojas de mil tonos ocres para dejarse vencer al final en el agua del río. El agua arrastra la luz hacia el espectador, flanqueada por las sombras que produce la ribera, cada tronco, cada hierba, cada hoja se refleja en el agua y el reflejo se pierde entre el suave vaivén de la corriente.

Con mi viejo pincel, el de siempre, mojado en trementina diluyo en la paleta un tono negro marfil, y así muy diluido, en el ángulo inferior derecho, firmo, mi firma de siempre, y metiendo el pincel en el tarro de aguarrás, enciendo un cigarro y mientras el acre humo de mi Ducados se eleva, veo, que ante mis ojos he sido capaz una vez más de crear un mundo bello.

Esta noche entre el olor a óleo y la satisfacción, dormiré tranquilo, vencí de nuevo, mañana será otra la tarea...

Jesús.

NOTA:(Cuando pinté este cuadro, quise reflejar lo que sentía al hacerlo, pintar es una forma de traer la realidad a un pedazo de tela, pero lo que siente el pintor, lo que imagina, lo que crea es algo que siempre suele darse por entendido y que nunca ves plasmado en un escrito, tal vez, si hay suerte, algún critico de arte dirá un día lo que sentiste al pintar sin saber del todo meterse dentro de tu persona, ya decía mi amiga María Jesús, pintora también, que un cuadro no está terminado hasta que se vende...)

jueves, 4 de octubre de 2007

Plagio de mi mismo


Como cada mañana, el editor estaba sentado en el sillón de cuero de su despacho, frente a media docena más uno de teléfonos, sin saber qué hacer, pues desde hacía cinco minutos los siete aparatos guardaban un terco silencio. Cinco minutos seguidos sin la oportunidad de vociferar a través del audífono: "¡No quiero leer nada suyo hasta que usted haya publicado diez o doce títulos"!. El pertinaz mutismo de los teléfonos le producía la sensación de que el mundo se había paralizado durante cinco minutos. Zarandeaba los auriculares verde, beige, azul, rojo, negro, blanco y gris, por si se les hubiera trabado algún cable. Mordisqueaba la punta de un puro, más con los nervios que con los dientes, aunque, eso sí, los babeaba . Sus nervios estaban a punto de estallar cuando al cumplirse el sexto minuto de ausencia telefónica, el aparato verde entonó un timbrazo capaz de desencajar el sistema nervioso más templado o de templar el más desencajado, lo que fue el caso. Un timbrazo como una palabrota destinada a escandalizar un oído pudibundo, pero que al editor le sonó a música celestial por la oportunidad que le proporcionaba de cumplir con el rito de su profesión que coincidía con su vocación (tengo para mí que los teléfonos emiten un timbrazo acorde con la idiosincrasia del que llama. Con un aprendizaje adecuado llegaríamos a saber quién nos llama antes de descolgar el invento).
Diga, ¿quién es? –farfulló el editor con media boca, pues la otra mitad estaba ocupada por el puro.
El editor espetó la pregunta brusca, atropellada por el ansia de recuperar los minutos perdidos. Si en los seis minutos de vacío se hubieran producido las llamadas de los implorantes de gloria, el hubiera contestado con impostada sorna: "Sí, diga, ¿quién es?", para después de oír sin escuchar: "Me llamo Marcos Martinez", preguntar en tono más severo: "Y, bien, ¿qué se le ofrece?", hasta llegar al momento culminante en que, medio confiado, el interlocutor, implorara con voz temblorosa: "Soy escritor, o quisiera serlo, porque hasta que a uno no le publican no lo es, aunque haya nacido escribiendo…tengo una obra y me gustaría que usted se dignara leerla…por si le interesara publicarla", escupir contra la distante, no por ello menos sufriente, oreja del novel: "¡No quiero leer nada suyo hasta que usted haya publicado diez o doce títulos!." Al fin tuvo su oportunidad el editor, y no la desaprovechó, después de seis interminables minutos. Desde el otro lado del hilo, el que había llamado, con pachorra y tranquilidad, le lanzó:
Pero, ¿Qué modo de dirigirse a mí es ese, so gilipuertas? ¿Es que no me conoces? Mira que, como sigas por ese camino, te mando a hacer puñetas y más vas a salir perdiendo tú, por cantamañanas.
Ante la firme ofensiva de su interlocutor, el editor fingió que le había reconocido, por aquello de curarse en salud, pero la ira contenida no le permitía ni sospechar de quién se trataba, si bien el timbre de su voz, de macho fingido, y, sobre todo, su tono, chulesco y prepotente, no le eran del todo extraños.
Perdone, ya sabe el trabajo que tengo, y son tantos los pesados que acuden a mí con vanas esperanzas…-puso el editor en su argumento un deje de disculpa, en tanto permanecía a la espera de que el otro se descubriera más, sin que ello supusiera que su enojo y su excitación hubieran cedido.
Me importa un huevo tu vida, aunque en buena medida vives gracias a mí. Pero prefiero pasar por alto lo cretino que te estas mostrando. Te llamo para comunicarte que esta misma tarde te enviaré unos cuentos, o algo parecido, que no tienen ni pies ni cabeza, es decir, como la vida misma, sin terminar. Tú, además de editarlos, te encargas de hacerles una profusa promoción en la que se acrediten como tiernos y humanos, y a venderlos como rosquillas, o sea, a forrarnos los dos.
El editor no acababa de identificar al que con tanta desfachatez así se le encaraba y mangoneaba. Su ánimo carecía de la claridad suficiente para asegurar que se burlaba de él, pero tampoco se veía con la fuerza para acabar con él por el método infalible del "no quiero leer nada suyo hasta que usted haya publicado diez o doce títulos". La entereza de su desconocido opositor le desconcertaba.
Pero, ¿Qué coño te ocurre? ¿Es que no tienes nada que decirme? El culo deberías estar dispuesto a besarme. Mira que le regalo esto a otro y te quedas con dos palmos de narices por pollaboba, ¿eh?
No se ponga a sí hombre, es que estaba tomando nota de cuanto me ha dicho. ¿Y cuántos folios dice que me envía?
No lo he dicho, pero son 50, a doble espacio, por una sola cara y amplio margen.
Pero usted sabrá que la colección más reducida de esta editorial exige originales de 100 folios como mínimo –el editor vio una puerta abierta para despacharle y quedar bien.
Me estás inflando los cojones, ¿sabes? Pero no tengo ganas de discutir con un mamón como tú, que ya te conozco. Cuelga que voy a ver si lo arreglo y te vuelvo a llamar. Puedes dar gracias a que hoy estoy de buen humor, debe de ser por los rumores que, como cada año, llegan desde Estocolmo. Y ten en cuenta, cacho maricón, que si se cumplen los pronósticos, tu editorial no me publica más después de esta jodienda.
Colgó. Al editor le temblaban las mandíbulas de rabia, pues estaba convencido de que le habían tomado el pelo y, por si eso no bastara, en ese tiempo no había podido largar a nadie un "¡no quiero leer nada suyo hasta que usted haya publicado diez o doce títulos! Apenas había comenzado a morder otro puro, apagado, cuando sonó de nuevo un teléfono, esta vez el negro:
Óyeme bien, zoquete, ya tengo resuelto tu problema, a mi modo, claro. Como ahora no tengo muchas ganas de escribir, he arrancado unas cuantas páginas dispersas de libros anteriores míos, que juntas forman una historia, o así. Añadidas a las que te anuncié antes suman 85 páginas. No hay más, así que las imprimes con letras muy grande para que llenen 100, y no se hable más del asunto.
Usted, perdone, pero eso no es muy decente.
No me seas tan escrupuloso, que otras veces no lo has sido tanto, joder. Y observa que aún no te he hablado de dinero. Además, las obras, de las que extraigo un cachito son de hace más de treinta años y la gente ya no se acuerda ni de los títulos. Ahora lo titulamos Los viejos amigos y el público que lo descubra incluso se enternecerá. Y, ¿sabes qué te digo? Pues que si esos grupos de melenudos capados editan discos con canciones repetidas de otros discos, yo, con mis pelotas, publico con tu complicidad, como cuentos independientes lo que eran partes de novelas. ¿No ha grabado Waldo de los Ríos y, lo que es peor, Miguel Ríos una parte de la Novena de Beethoven, arreglándola como les ha salido de los huevos? Pues yo vuelvo a publicar como relatos nuevos fragmentos de mi obra vieja.
No, si a lo mejor tiene usted razón, pero, siguiendo con su ejemplo, Waldo de los Ríos ha dado al Himno de la Alegría un toque distinto, otra orquestación, otra cosa, no sé.
Bueno, hombre, mira: para que te quedes tranquilo, aunque nunca me has sido simpático, voy yo a hacer algunas modificaciones para que parezca una obra inédita. Toma nota: donde ponía Martín, pongo ahora Juan; donde figuraba Nati Robles, ahora invento a Josefina Domínguez; donde doña Rosa, doña Luisa; donde Pepe, Ortiz; donde Seoane, Félix; donde Rómo, dejo Rómo, y donde Rodríguez Entrena, permanece Rodríguez Entrena, no vaya a ser que sigan vivos. Y para terminar, donde Macario, simplemente el pianista y así acabo de contribuir al despiste. ¿Qué, más tranquilo, pobre imbécil? No está mal la idea, ¿eh? Después de todo, si un día me encuentro cachondo, me denuncio de plagiarme a mí mismo, y hundo tu editorial.
El editor ya se había comido el puro y no pudo contenerse más
Ya está bien de bromas de mal gusto. Si no se identifica usted, hasta aquí hemos llegado.
Pero, leche, si soy tu buen amigo y benefactor Camilo José, pedazo de bestezuela, que sólo te falta rebuznar.
Oh. Señor Cela, pues no faltaba más: letra grande, no, enorme, una edición de bolsillo y otra de lujo, mucho más cara, una primera edición de un millón de ejemplares. A propósito, usted tan discreto siempre, ¿Cuánto exige como adelanto? ¿Cómo desea que le liquide, al año, al mes, a la semana, al día, a la hora, al minuto, al segundo? Usted no se plagia, don Camilo, es genial ese cambio de nombres, un acto creativo propio de un genio. Perdone mi atrevimiento, pero ¿No se anima a meter uno de esos paseítos de antaño por la Alcarria?
No, ya lo había pensado, pero prefiero tenerlo en reserva, por si alguna otra vez me quedo también sin ideas.
A mandar, don Camilo.
Colgó. La tensión del editor había desaparecido ante la perspectiva del negocio. Pero, de nuevo, el estímulo del timbrazo le catapultó a la lucha de cada día:
Sí, diga, ¿quién es?
Soy Francisco Umbral y quiero proponerte….
¡No quiero leer nada suyo hasta que haya publicado diez o doce títulos!
¡A mi me van a tomar el pelo, faltaria mas¡¡.

jueves, 9 de agosto de 2007

Vuelvo....


Edificios, fuentes,
paredes y graffitis…
Todo es gris,
nicotinoso, deformado.
Cuadrados uno sobre otro.
(un cuadro hipermoderno)
Alguien mira,
alguien cierra los ojos.
Nada es, nada nos pertenece.
Nadie respira a gusto.
Se agota el aire.
Se cansa la ilusión
y fallan las fuerzas.
Nada tiene sentido,
volver antes de partir
en una ciudad prestada.
Sin orden lógico,
una vida prestada.
Entorno los ojos
para verlo borroso,
y así lo veo más claro.
Volver al mismo sitio
que nunca es el mismo.
Siempre dejo jirones
en cada viaje.

miércoles, 11 de julio de 2007

Me voy de vacaciones.....


Hago la maleta,
me voy,
no sé ni a donde,
me voy,
eso es lo importante.
Hago la maleta,
poca ropa,
cuadernos y bolis.
Hago la maleta
y bajo las persianas.
Me voy
y no me olvido de llevarme.

lunes, 9 de julio de 2007



¿Sabes cómo te quiero?
Como una nota ascendente,
que subiendo el pentagrama,
salpica el silencio,
Tiñéndolo de ámbar…

Así te quiero…
Con silencios que estallan
Y sonidos que callan
Con caricias que duermen
y sueños que abrasan

Y, dentro mió,
allí, muy dentro
escondido…
como un rubí ardiente
mí corazón latiendo rápido
se interroga…
¿Sabes cómo te quiero?

lunes, 2 de julio de 2007

ADELANTE....


Hoy,

alguien me las dio mal dadas;

barajó mal las cartas

y esta partida resultó trucada.


Pero no he llorar

¡mal que le pese!


Apretaré los dientes,

me lameré la herida,

distenderé las riendas,

aflojaré la brida

y volaré en el aire,

sacudiéndome el polvo y las cenizas.


(¿O lloraré, aunque la pena

pretenda disfrazarse de sonrisa?)

buscarte a ti....


Como un río sin crecidas,

como un mar sin olas ni mareas,

como una luz sin luna

y sin relámpagos;

así era la vida,

melancólica.

Como un tren sin túneles ni andenes,

como una calle en niebla y sin farolas,

sin gritos estridentes,

sin sonidos.

Muda.

Callándome a mi mismo.

Sin luces, sin sombras,

sin peleas.

Como una sangre sosa, sin arritmias...


Pero brotó el torrente a tu llegada

y ya todo fue manga por hombro.

y hubo rayos

y truenos y centellas

y crecidas de ríos sin compuertas.

Y mira ahora,

mi alma sin riberas,

mírala inundada a un mar abierto,

mírala buscando tus caminos

para inyectarte regueros

de mi sangre.

Y mira que me inunda tu añoranza

esperando el saludo final

entre alma y ansia.

Para buscarte a tí

y acorralarte

entre los labios,entre los brazos...

Uno y ninguno......

uno en los dos,

los dos en uno,

unidos

en una única esperanza

jueves, 28 de junio de 2007

declaracion de intenciones


Dadme un enchufe
y moveré mi mundo.

la incognita


A la izquierda no está.
por la derecha tampoco.
Ni en la parte de atrás,
ni abajo ni arriba.
No está en las esquinas,
ni en los recovecos.
Busco, palpo y no lo encuentro.
He perdido el botón
de encendido.

martes, 26 de junio de 2007

no estoy conforme....




Alguien debería decirme
por qué no he desaparecido,
cuando saber desaparecer
es una cuestión de suerte,
y cuando no la tienespues sigues existiendo

hoy no he dormido


Alguien ha estado
esta noche
excavando en mi alma.
Me ha dejado el cuerpo
lleno de agujeros.
Es una sensación
de tristeza.
Alguien me ha seguido,
mi cabeza es una sopa de letras,
y la solución
no está en mi espalda,
(ni en la última página) .
Achicar los agujeros,
cerrarlos con candado
y colgar la llave al cuello.
El mundo tiene el vientre flojo
y yo, no juego.

viernes, 22 de junio de 2007

TU



difuminado por el humo
de mi tabaco.
personaje sin rostro
de mis sueños.
excitante remembranza
de mi alma solitaria.
nueva constelación
en el cielo que me cubre.
Tú se convierte en mi
única palabra.
Tú te conviertes en mi todo
y en mi nada.
Tu sólo nombre aviva
en mí el deseo de tu cuerpo.
Tú eres el antes,
el después
y el ahora.
Tú pasaste la frontera
rumbo fijo a mi corazón.
Tú me enganchaste
al bombeo de tu ser.
Tú, tú, tú…parece
Mi única palabra
porque tú,
aunque no lo sepas,
eres yo y soy yo
porque estás tú.

lunes, 18 de junio de 2007

a la sombra del un flexo....


Tengo la luz de mi flexo

dispuesta a lucir frente a la luna

y en el ánimo

escondida la sombra de una ausencia.


La puerta está cerrada(hierro y piedra).


Mientras,

suena despacio la música

que resalta

el silencio infinito de la espera.


El puente no acaba de tenderse.


La mañana, asesina de la noche,

se está alumbrando demasiado lenta,

demasiado hueca.


Está esperando el álgido momento

que a gritos se proclame ávido.


Cerca,....ya muy cerca.


Cuando la luz del alba

se espese, se comprima,

se apriete y suene

llamando impaciente ante la puerta,

con la sed en los bordes de la boca,

con la fiebre hiriéndole los labios,

con una ardiente sensación

de páramo y arena.

jueves, 14 de junio de 2007

Yo te regalo


Yo te regalo:

Una sonrisa escrita para que la guardes
y el dibujo de un sueño en tu cuaderno.

Una palabra perfumada
y un día de sol con tu nombre.

El abrazo infinito de todos los árboles
y un canto suave para que duermas

La mirada más tierna, el color de una nube
y un beso en tu alma,
para que me recuerdes siempre
y en tu corazón me guardes

el viejo leon






El viejo león descansa en la cama del hospital, tumbado en una habitación aséptica, de color crema, acaba de subir del quirófano, donde ha sufrido su segunda operación en diez días, sin fuerzas, rendido, los ochenta y dos años son un peso muy fuerte y él está tan débil...
Cubierto con una sabana se ven sus hombros desnudos, blancos, débiles, ya la carne se descuelga queriendo abandonar el cuerpo, y allí tumbado los huesos se dibujan en los pliegues de su piel. La piel moteada de las escamas de la vejez está manchada. Unas manchas de la operación, de sangre y de los potingues que usan para desinfectar, salen del centro del pecho y se extienden por el hombro derecho. En su cuello, se ve palpitar una vena y se marcan los tendones bajo la blanca piel que se descuelga de su propio peso, la cabeza, con esta palidez parece la de una estatua de esas que a veces ves en los museos, marcándose mucho los pómulos y la nariz sobre los ojos hundidos. Pasa un rato, todos estamos pendientes, y poco a poco su arrugada piel va tomando color, y su cara, surcada por unos tubos que entran por la nariz, queda vacía al haberle quitado la dentadura postiza. Permanece inmóvil, con los ojos cerrados y los cuatro pelos blancos adornan encima de sus orejas hasta llegar a la calva, no ya una calva lisa y brillante, sino con esas pequeñas escamas que dejan los años vividos.

El abuelo esta aun bajo los efectos de la anestesia, allí, en la habitación, se oye el sollozar inquieto de las mujeres y el temblor del miedo a perderlo. Allí, en la habitación 918 del hospital Militar Gómez Ulla, estamos todos pendientes de el, Allí está mi madre, hermano, tíos y tías, primos, y también la abuela.
Es un tiempo congelado en que no sabes si estar o salir a fumar mientras esperas, haces esfuerzos por controlar sentimientos, algún comentario en susurros, y sigues esperando a que de señales de algo. Parece mentira que entre tanta gente te sientas tan solo y fue alli, sentado en una banqueta a los pies de la cama, solo sin importar quien estaba a mi lado, estábamos solos el abuelo y yo. Le miraba y veía al viejo roble que siempre fue, al señor de la casa, hoy viejo y vencido, sin fuerzas. Le veía y desde muy dentro de mí salían las palabras no pronunciadas. ¡Vamos valiente¡ Tienes que poder con ello. ¡Animo¡ Tira para adelante, no te dejes vencer tú eres mi abuelo, el que siempre me decía que había que poder con todo. ¡ Vamos valiente¡.
El miedo que sentía era justificado, los médicos nos habían dado muy pocas opciones, su edad y su extrema debilidad no hacían presagiar nada bueno, y eso que al final de la operación dijeron que fue un éxito y que podría recuperarse, pero yo tenia miedo.
La primera operación fue a vida o muerte, salió bien, y yo sabia que no iba a morir, no me lo creía, me decía pero como, es mi abuelo, es fuerte buen chico, pero esta segunda, después de diez días en los que le vi debilitarse cada vez mas me daba pánico.
¡Vamos valiente, con esta tienes que poder¡
El abuelo se hay movido y susurra quejidos de dolor, esta despertando de la anestesia, o más bien, se pasa la anestesia y el dolor que siente le hace ir despertando, los ojos siguen cerrados y las lagrimas gotean de sus ojos, le duele y llora de impotencia. ¡Vamos valiente, lucha, tú eres mas fuerte¡
La abuela esta de pie a su derecha, la figura pequeña. , enjuta y siempre de negro que siempre ha estado a su lado. La abuela apenas ve ni oye, pero con su huesuda mano acaricia la frente del abuelo y le da todo el calor y el cariño que solo forja toda una vida juntos, nota que sus labios se mueven y nos pregunta qué dice, ella no lo oye. Se queja abuela, pero no esta aun despierto.
Sobre el rostro de la abuela, unas lagrimas luchan entre mil arrugas para al final ir a caer en la almohada del abuelo, mientras su mano sigue acariciando su frente y sus labios murmuran cariño, cariño...
El abuelo abre los ojos, nos mira a todos sin vernos y llora, se queja. Tengo frío, no siento los pies, me duele ... ¡Dios mío!.
Meto la mano bajo la sabana y busco sus pies que acaricio sin cesar. Así, sigue, dice el abuelo y allí con mi mano dando calor a sus pies, parece que se calma un poco.
La habitación se fue despejando de gente, pero yo quede allí, a sus pies intentando transmitirle calor y vida, incluso llegue a pensar que con el calor de mi mano podía transmitirle al abuelo la fuerza que el tanto necesitaba.
No te preocupes abuelo, por mi mano recibirás calor en los pies, y este calor pasara a tus piernas, a tu cuerpo, y llegara hasta tu corazón, venga valiente, te estoy dando calor, estoy aquí para darte vida.
Vamos valiente, has pasado una guerra, has criado a tus hijos, a nosotros tus nietos y aun tienes que contarle batallitas a mi hijo, tienes que leerle todos los días un cuento como hacías conmigo cuando pasaba contigo los veranos, te acuerdas cuando me leias las mil y una noches en aquel libro hecho de papeles sueltos, vamos, tienes tantas cosas aun por hacer; Vamos valiente, lucha, puedes...

Allí a sus pies, entre sus llantos y quejidos, entre esa impotencia de un viejo roble que ve que no tiene ya fuerza, pasó en un momento tanto tiempo vivido juntos. No quiero que esto acabe.
Recordé que la abuela y tu me enseñasteis a jugar a las cartas, al tute, recuerdas, si seguro que te acuerdas de aquel enfado que cogiste cuando por fin pude ganarte, que no fue enfado, fue un regruño cargado de orgullo. Recuerdo que me enseñaste a coser el cuero, a hacer muchas cosas con mis manos. También me enseñaste la disciplina, el honor, y todos esos valores que tu, un viejo soldado, tuviste siempre por lema en tu vida. Me enseñaste a Dios, cuando de la mano me llevabas a misa y me contabas con infinita paciencia las “batallitas” de Jesús.
No llores, no te quejes, estoy aquí y te quiero vivo. Te quiero fuerte, vamos valiente, puedes con esto también, tengo mi mano en tus pies dándote calor.

Recuerdo aquellos paseos por el pueblo, cuando tu te empeñabas en que conociera los distintos árboles, cuando querías que supiera las lindes de las tierras para que nadie pudiera engañarme, cuando me decías cómo había que coger la manzanilla del campo y cual era el tomillo y cual el romero. Yo niño de ciudad no tenia ni idea y tu te reías y volvías a empezar otra vez.

.-¿Qué me han hecho?. ¿ Por qué no me dejan morir?
.- Tranquilo abuelo, ya paso, descanse, esta bien
.- Tengo frío, me duele
.- Ya descanse, descanse, ya pasó
.- No puedo
.- Que si, venga, tiene que querer, vamos valiente, tiene que querer.

Recuerdo cuando murió mi padre, yo solo tenia once años, y no lloraba, era todo tan extraño, tan increíble que no lo asimilaba, solo, me aislé de todos y todo, no entendía que papá nunca mas volvería, veía que mama lloraba, que todos lloraban y yo miraba al suelo solo en un rincón. El abuelo se vino conmigo al rincón, al principio no me dijo nada, solo me cogió las manos y me las apretó, se quedo así allí conmigo y al rato, aun cogidos de la mano dijo “Yo seré tu padre”. La verdad es que las manos del abuelo hicieron mas en mi que todos los lloros, abrazos y besos de tanta gente que allí estaba.
Vamos abuelo, como tu entonces, ahora yo seré tu vida, mis manos dan calor a tus pies y mis manos te darán vida, vamos valiente, aguanta.
Los ojos abiertos del abuelo miran a la abuela que esta de pie siempre a su lado. No se dicen nada, la mano de la abuela sigue acariciando su frente, se miran, no sé si se ven, pero se saben, saben tanto el uno del otro que no les hace falta decir nada.
Desde que la abuela ha perdido tanta vista, el abuelo ha sido su lazarillo, sirviente, hacedor, lo es todo para ella. La sordera ha sido progresiva, cosas de los años dice el medico, pero sin vista, la cosa cambia. El abuelo la viste, la peina, hace las cosas de la casa y se la lleva de paseo cogiditos de la mano, le dice donde hay un escalón y lo hace con tanta sabiduría que ella no se siente inútil sino atendida como una reina. Un día que fui a su casa, el abuelo le contaba las novelas de la televisión, lo que ella no ve, y la mantiene ocupada y entretenida.
El uno no es nada sin el otro, se saben el uno para el otro, la abuela es la causa de seguir vivo el abuelo, su utilidad. El abuelo es el sostén de la abuela, por él sigue todos los días.

Arrecian los lamentos, vienen las enfermeras y le lavan, así vemos que esta vez en la operación le han abierto con un corte vertical del pecho al estomago y también por los costados, de donde salen bombas de drenaje, le ponen antibiótico en el suero y un calmante, esta sondado para orinar, y mientras lo lavan, desnudo encima de la sabana su cuerpo tirita.
Vamos valiente, ya lo tapan y yo vuelvo a darte calor en los pies, a ver si se te calman los dolores, descansa, tienes que ser fuerte.


NOTA : El abuelo salió de esta, en principio pareció que bien, aunque su cáncer estaba muy avanzado. Meses después, ya no pudo salir mas, otra operación hizo que se consumiera y que un día nos dejara solos.
Sirva este pequeño testimonio en recuerdo de mi cariño.

miércoles, 13 de junio de 2007

vaya dia....


Siempre pensamos que ‘eso’ no puede llegar a pasarnos a nosotros. Me refiero a esas situaciones, que en ocasiones sirven como sketch o secuencia de numerosas películas, y que siempre suponen una situación humorística de lo más insólita.
Lo sabes, tarde o temprano todos terminamos por vivir una de esas escenas.
Era el fin de semana perfecto para que aquel fin de semana hubiera sido perfecto.
Podía haber hecho cualquier cosa que se me hubiera antojado. Aunque, no sé por qué, decidí quedarme esa tarde de sábado en casa. Estaba solo, así que aproveché para pasarme por el videoclub y coger una de esas películas en las que de repente a todo el mundo le da por desnudarse y comenzar a quererse mucho los unos a los otros.
Hacía calor y me encontraba en gallumbos tirado en el sofá del comedor, recreándome con el show televisivo. De repente y a la vez; sonó el teléfono, alguien llamo a la puerta, el timbre de abajo berreó, el vecino de al lado encendió el aparato de música y lo puso a toda caña, y la cafetera comenzó a chirriar como un gato a punto de ser capado.
Sobresaltado me puse en pie.
Confundido no supe cual de las situaciones atender primero.
Pense entonces en hacerlo por orden de preferencia, pero me fue imposible decidir quién había sido el primero, después pensé hacerlo por orden alfabético, luego por veteranía, por proximidad, etc...
Mientras pensaba todo esto la gente que me solicitaba, se impacientaba. Así que finalmente decidí atender a todos a la vez.
Descolgué el teléfono, salí corriendo y abrí la puerta invitando a pasar a quien se encontrara allí, pregunte ¿quien? mientras abría la puerta del patio, aparte la cafetera del fuego y finalmente atendí al vecino pegando cuatro golpes en la pared, al tiempo que me cagaba en su padre, como de costumbre.
Cuando volví al comedor me encontré una chica con maletín sentada en el sofá. Me senté frente a ella y con cara de buen anfitrión le pregunté qué quería. Me dijo que era del triángulo de lectores, y ... después de esto, sus ojos se perdieron tras de mí. Yo me encontraba de espaldas al televisor y recordé entonces que no había parado el vídeo y que la película seguía en marcha.
En ese momento, y por la puerta de mi casa que se encontraba abierta, hizo su aparición el hijo de mi vecina pidiendo una barra de pan. Me levanté de la silla y le dije que solo me quedaba una barra y estaba dura. Vi entonces como los ojos del chiquillo se dirigían a mi entrepierna. Agaché la cabeza y vi como mis calzoncillos formaban cierta tienda de campaña cuyo pico apuntaba al niño.
Avergonzado me giré a un lado, y esta vez el pico de mi cabaña apuntó entre ceja y ceja a la chica que se encontraba sentada en el sofá.
La madre que parió al niño hizo su aparición en la sala, al ver que éste tardaba demasiado en llevar el pan. Su reacción fue de esperar. Comenzó a gritar al verme en gallumbos mientras tras de mí en la televisión una chica jugaba con una zanahoria.
Yo, totalmente obtuso, ya no sabia hacia donde apuntar con la barraca del tío pelón. Así que, me decidí por salir corriendo hacia la cocina y ocultarme allí. Este fue mi mayor error. Con las prisas empujé la cafetera que se encontraba en el borde de la mesa, y ésta se volcó desparramando todo el café hirviendo sobre mi único y más querido miembro.
El grito fue tal, que el vecino de al lado, respondió subiendo mas aun el volumen de la música.
Ahora mi vida se ha vuelto un infierno, mucho peor de lo que os podais imaginar.
Mi vecina no hace otra cosa que insultarme cada vez que salgo a tender la ropa. Mi buzón está repleto de propaganda del triángulo de lectores. Mi vecino de al lado se ha comprado una batería. Pero lo que más me fastidia de todo es que mi amigo el pelón se ha quedado más pelón que nunca.
P.D. ¡Ah se me olvidaba!. La llamada de teléfono era de alguien que se equivocó de número.

martes, 12 de junio de 2007

Tintas






















Pretendo mostrar parte del trabajo que estoy haciendo con tintas sobre papel, de todas formas es un campo que aun sigo trabajando, aunque segun me dicen, los resultados estan gustando bastante










sábado, 9 de junio de 2007

La escritora del metro


La escritora del metro

Su objeto de admiración se apoyaba contra las paredes del vagón de metro con actitud despreocupada.
Sostenía en sus manos un libro, parecía El extranjero de Camus en versión original, pero, en lugar de leer, escribía sobre él.
Estaba tan concentrada que no tenía la menor idea de que toda su figura era estudiada por un joven en pleno recorrido hacia el éxtasis.
Miraba cómo sus ágiles manos sostenían el lápiz con el que iba garabateando el libro.
Suspiraba de placer al contemplar su cara delicada y absorta en los pensamientos que, acto seguido, iban a ser trasladados al papel.
Le encantaba observar cómo sus ojos se asomaban por encima del libro de vez en cuando para asegurarse de que no se había pasado de parada.
Envidiaba ese pelo rebelde que acariciaba una y otra vez sus mejillas a pesar de los resoplidos que salían de sus labios para intentar liberar el rostro de ese contacto.
El examen era constante, hasta el punto de que la chica debió notar el calor de sus ojos sobre ella, porque levantó la vista y le miró sin comprender porqué la observaba o quizá comprendiéndolo perfectamente.
En ese instante el corazón le dio un vuelco, ¿cómo podía ser tan maravillosa?
En la siguiente parada, sin previo aviso, salió de forma apresurada del vagón y él, ignorando qué planes albergaba, la siguió.
Por su camino dedujo que iba a hacer un trasbordo, era probable que se dirigiese a Ciudad Universitaria.
La longitud de aquel pasillo interminable que conectaba la línea 5 con la 6 en Diego de León, le permitió observar sus movimientos.
Tenía una forma de andar torpe, pero enternecedora.
Y no era el único en pensarlo porque dos hombres la miraron con detenimiento y se volvieron para verla de espaldas después de cruzarse con ella.
Cuando llegaron al andén se situó de tal manera que pudiera observar esos labios carnosos sufriendo periódicamente el ataque de unos dientes despiadados, que daban testimonio de su concentración absoluta.
Miraba el jersey que rozaba sus pechos y deseaba convertirse en lana sólo para experimentar esa sensación que como hombre nunca tendría.
Se preguntaba qué ideas dignas de ser conservadas sobre el papel pasaban por una cabeza tan perfecta.
Al llegar el nuevo metro, la joven que escribía en medio de la multitud se hizo con un sitio junto a la puerta de uno de los vagones para apoyarse y continuar deslizando el bolígrafo sobre el papel. El chico se plantó en la pared opuesta para poder contemplarla cómodamente sin ser visto y así gozar del espectáculo de una mujer bella y absorta en sí misma en medio de la sordidez del subterráneo.
No era la primera vez que aprovechaba la circunstancia del encierro momentáneo de un grupo de gente en un vagón de metro para observar a alguien a sus anchas, pero en este caso era diferente.
No se sentía como en las anteriores ocasiones, no buscaba poner nerviosa a la chica o establecer un juego de miradas, tenía que conseguir a la escritora, pasase lo que pasase había de ser suya. Notaba en sus entrañas la fuerza del destino obligándole a cumplir sus designios.
Quedaba atrás el libre albedrío y su propia voluntad, aquel día por fin iba a llevar a cabo lo que todos anhelamos desde que adquirimos el uso de razón: conocer a su media naranja.
No sabía qué le iba a decir ni cómo, sólo le guiaba la convicción de que, ocurriese lo que ocurriese, no se le podía escapar.
Habían nacido para estar juntos, ella le pertenecía y haría lo que fuese con tal de alcanzarla.
De repente, la duda martilleó su cerebro: ¿y si su amada no pensaba lo mismo? ¿Y si no sentía la pulsión de su unión inminente?
Cada vez la observaba con menos disimulo y, casi sin querer, como si estuviese por encima de su control, se iba acercando a ella paulatinamente.
Estaba convencido de que había tenido que notar su mirada inquisidora, pero la chica simulaba continuar inmersa en su escritura.
Ya sólo quedaban como obstáculos entre ellos dos personas y unos cinco metros de espacio.
No estaba seguro de porqué se aproximaba, si se atrevería a dirigirle la palabra o si se limitaría a contemplarla de cerca y no haría nada.
Se detuvo cuando su brazo rozó el bolso de la joven.
Los dos mantenían la vista en el suelo, sabían que el primero que la levantase se vería obligado a hablar, aunque, por supuesto, ella no dejaba de escribir ni un solo segundo.
El chico hizo acopio de valor y dijo lo más original que se le ocurría en esas circunstancias, aunque su voz sonó ronca, grave, como de ultratumba:-¡Hola!
Ella le miró a los ojos durante un segundo y le sonrió. Su sonrisa era desconcertante, bella, pero con un matiz misterioso.
Él volvió a intentarlo:-¿Qué escribes?
La joven, sin borrar esa desconcertante sonrisa de su rostro, le tendió el libro.
La letra clara y femenina se extendía por los márgenes de El extranjero ocupando hojas y hojas, pero la última frase era:" La joven, sin borrar esa desconcertante sonrisa de su rostro, le tendió el libro. La letra clara y femenina se extendía por los márgenes de El extranjero ocupando hojas y hojas, pero la última frase era:".

tu y yo


Yo llaves, tu el llavero
tu la pintura, yo el óleo
tu mis sueños, yo la noche
yo la playa, tu mi piel tostada
yo la voz, tu la guitarra
tu mi boca, yo la armónica
tu mi reloj , yo tu tiempo
do, re mi, fa
yo el ocaso , tu mi amanecer
inseparables, desmedidamente juntos
en una taza , yo el café, tu mi azúcar
en una cama, yo la almohada, tu las sabanas
en lo excesivo , yo el mínimo, tu el máximo
en nuestro vestuario tu la camisa, yo el pantalón,
En un reloj, tu los minutos, yo los segundos
que me consumen a tu lado
en un tablero , yo la reina , tu el Rey
(estas en jaque)
Yo la uva, tu el vino
Fundidos, quemados , en un mismo fogón
Son nuestras vidas
nos acerca, nos aleja, nos atrapa
y aquí atados
tu la silla, yo la mordaza

jueves, 7 de junio de 2007

ser...



Estoy asimilando
ser quien soy,
aprendiéndome de memoria.
Mi nombre, mi estatura.
Estoy convenciéndome
de que estoy aquí,
tragándome.
Que no me gusta mi casa.
Aprendiéndome en el espejo
e intentando comprender
qué hacer con el resto
de mi vida.
Estoy asimilando
que hoy también existo.
Y me están metiendo prisa.

martes, 5 de junio de 2007

Suma y sigue


He llegado tan lejos,
(y que poco he avanzado)
en este camino incierto.
He dudado, pero ¿qué digo?
Dudo y sigo,
porque de nada me sirve caer
si después no me levanto.
Sigo caminando
a la sombra de aquel niño
que quería decir algo
Junto a aquel adolescente,
a veces enamorado,
y otras perdida la mente
en mil sueños no logrados.
También junto al hombre
que se dio de golpe con la vida
y que guarda cicatrices
de todas sus heridas.
Y hoy, adulto cansado,
sigo caminando,
(a veces no sé si por rutina),
y sigo buscando.

llueve...


Estoy oyendo llover,
acurrucado,
y el frío se cuela por las rendijas
de mi ventana.
El calor del radiador no llega,
y encendiendo un cigarro,
tiembla la mano al contar,
por escrito y en forma de verso,
que odio la soledad.

la cita


LA CITA.


Recorrió con el dedo índice la columna de clasificados del diario, hasta que encontró el aviso que había hecho publicar el día anterior. Leyó: “Jorge 35, busca chica linda, activa, sin compromisos, edad 21/34, resida zona norte, contactar por teléfono número “;. El resultado fue inmediato, se dijo, la chica linda y activa le había dicho, por teléfono, hacia unos instantes, que estaría allí en media hora.
Cuando Jorge escuchó el timbre de la puerta de calle, plegó el diario que estaba leyendo y lo tiró al piso. De un salto se levantó del sofá, buscó los zapatos desparramados por el suelo, se acomodó la camisa dentro del pantalón y se ajustó el cinturón. Inmediatamente cerró las cortinas de loneta estampadas con palmeras para que no entrara el sol, y encendió las lámparas halógenas que colgaban del techo. Con rapidez levantó los vasos y ceniceros sucios dispersos sobre los muebles desde la noche anterior, y los apiló con torpeza sobre la mesada de la cocina anexa al gran ambiente que constituía su casa. Como un torbellino irrumpió en el baño.
Escuchó el timbre por segunda vez. Frente al espejo, clavó el peine sobre el cuero cabelludo e intentando dominar los nervios llevó un mechón de pelo oscuro hacia atrás. Esgrimió una sonrisa al notar que sus extraordinarios ojos verde-gris, gracias a su progresiva miopía, habían adquirido la sugestiva costumbre de entornarse. No habría mujer, que pudiera resistirse ante él; a los 35 años no sólo era un buen partido de mirada astuta, sino que además, tenía la suerte de estar dotado de músculos que se desplazaban con cadencia felina bajo la piel morena del sol Hizo un medio giro. De perfil, aprobó la correcta elección de su ropa. Sí, no había duda, de que un pantalón de gabardina gris y una camisa de sport azul pálido, arremangada, lo convertían en el “&bocata di cardinale”de cualquier mujer con experiencia o sin ella.
El timbre de la puerta volvió a sonar y salió rápidamente del baño. Buscó un compact disc. Eligió a Led Zeppelin, pero enseguida lo tiró violentamente contra el piso, era bastante estridente para una primera entrevista. Recorrió con ansiedad toda la pila hasta dar con uno de jazz, en el que Ella Fitzgerald interpretaba el romántico “Summertime”. Mientras sus dedos nerviosos presionaban los botones de la minicadena, imaginó a la muchacha. De acuerdo con la voz suave y temblorosa que tenía por teléfono, debía ser una de esas mujeres que tímidamente recurren por primera vez a un clasificado del diario y, si estaba en el límite de los 34 años que exigía el aviso, probablemente estaría recién divorciada, algo que a él le atraía, ya que sería esa clase de mujer que, sometida al holocausto conyugal, no vería el momento de dar rienda suelta a un arsenal de sentimientos reprimidos durante años.
Cuando la voz de Ella Fitzgerald invadía la casa, el timbre sonó por cuarta vez. Jorge echó un último vistazo a su alrededor y vio que la cama estaba deshecha . Corrió hacia ella y, con ímpetu, estiró las sábanas y mantas y acomodó las almohadas. Ni bien estuvo hecha, notó que la cama había adquirido un aspecto aséptico, y dedujo que una cama hecha no tenía la seducción de una cama deshecha, en cuyo revoltijo de sábanas, mantas y almohadas, podría percibirse la insinuante ausencia de un hombre que, unos minutos antes, había estado echado en ella. Y volvió a desordenarla ahuecando con los puños la almohada y el colchón, estrujándo las sábanas y abollando las mantas.
De repente vio el teléfono sobre la mesa auxiliar. Si sonaba, podría desbaratar algún momento mágico; se precipitó hacia él, lo desconectó bruscamente y lo escondió bajo el sofá. ¿Y si ella quería hacer alguna llamada de urgencia, y al decirle él que el teléfono estaba descompuesto, la chica resolvía dar por terminado el encuentro ?. En ese caso le diré que el teléfono no funciona y punto, se dijo impaciente, encaminándose hacia la puerta de entrada.
Apoyó la mano húmeda sobre el picaporte. Inesperadamente lo asaltó la duda de que sus expectativas podrían defraudarlo y, como la puerta no tenía visor, se arrimó a ella con la intención de escuchar algún indicio exterior que le diera ciertas pautas de la visitante. Escuchó un taconeo acompasado que iba y venía sobre las baldosas del pasillo. Por momentos los pasos cesaban, pero al instante redoblaban el taconeo dejando un tiempo considerable entre un golpe y el siguiente, lo que le hizo suponer que se trataba de una mujer alta, ya que sus pasos, no tenían el taconeo cortito y nervioso de las mujeres bajitas. Esto lo envalentonó. Si era alta, probablemente, eso traería aparejado un largo y ondulado pelo rubio, y sus probables ojos claros resaltarían sobre su cara blanca como tiza, propensa a las pecas.
Continuaba con la cabeza apoyada en la puerta, cuando lo sobresaltó el quinto chirrido del timbre. Iba a abrir. Cerró suavemente los ojos y, con la mano todavía sobre el picaporte, tomó distancia . Estaba a escasos minutos de concretar un encuentro que lo sumiría durante toda la tarde en el éxtasis de verse envuelto bajo el embrujo de una mujer .
-¿Quién es ?- preguntó con voz de no estar esperando a nadie. Pero del otro lado no hubo respuesta.
-¿ Quién es ?- insistió levantando la voz. Silencio. Entonces abrió lentamente la puerta. Se sorprendió al ver que en el pasillo no había nadie. Sin embargo, un perfume dulzón flotaba en el aire. Al asomarse al hueco de la escalera, reparó en que cinco pisos más abajo, una cabeza rubia sobre un abrigo negro estaba a punto de llegar a la calle. Se inclinó un poco más, y chistó. Le parecía de mala educación chistarle a una mujer que venía por primera vez a su casa, pero si hubiera tomado la precaución de averiguar su nombre cuando se contactaron por teléfono no estaría dando chistidos en el hueco de la escalera. Quizá, ella no lo escuchaba o había decidido no darse por enterada ante esa manera tan descortés de llamarla. Entonces, Jorge, aferrado al pasamanos, bajó los escalones de dos en dos. Vio que ella ya estaba casi en el final del trayecto, muy cerca de la puerta de entrada del bloque, y a él todavía le faltaban tres pisos. Tomó una especie de determinación heroica y corrió salteando tres escalones y a veces cuatro.
Cuando ella salió del bloque de pisos cruzó a la acera de enfrente y se paró en la cola de los taxis. Para protegerse del viento se levantó el cuello del abrigo y sujetó el largo pelo rubio con una pinza de plástico que sacó de la cartera. Mientras esperaba que avanzara la cola, le pareció que el hombre que salía del bloque tenía que ser el que había puesto el aviso en el diario. Notó un aire nervioso en su actitud. Con una impecable camisa azul, arremangada, a pesar del frío, y un pantalón gris, miraba desesperadamente hacia un lado y hacia el otro de la puerta de entrada.Ya en el taxi, se alegró de que no se hubieran encontrado. Seguramente, él la había visto por la mirilla de la puerta y lo acobardó su apariencia de mujer experta. Jamás podría atraerle ese tipo hombre con tan poca experiencia en materia de avisos clasificados

... tu lo sabes?



¿Cuánto se puede llorar?
¿Cuánto se echa de menos?
¿Cuánto dura un recuerdo?
¿Cuánto queda de eso en ti?
¿Cuánto queda de eso en él?
¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto dura un sentimiento?
¿Cuánto de ti hay en mí?
¿Cuánto de todo lo que sientes es verdad?
¿Cuánto tiempo ha pasado?
¿Cuánto seré?
¿Cuánto movimiento es necesario para irse?
¿Cuánto tiempo aguantarás?
¿Cuánto existo?
¿Cuánto soy?
¿Cuánto tiempo llevo así?
¿Cuánto durará?

lunes, 4 de junio de 2007

mas...

Cuanto más hago
más quiero.
Deprisa, rápido, perfecto…
Cuanto menos hago
menos quiero.
Lento, vago, insatisfecho…
¿Dónde está
mi punto intermedio?
Intento acoplarme
a la velocidad del mundo,
pero siempre es más,
y más y más.
Me canso, me tumbo,
ya no me muevo…
Espero.
Otra vez rápido,
respuestas, estímulos…
Un motor más, por favor…

sábado, 2 de junio de 2007

en Atocha...


En la vieja estación de Atocha, monótona y bulliciosa, se suceden las idas y venidas de los pasajeros.Las últimas hordas de estudiantes acortan camino hacia el jardin que ahora hay en el vestíbulo de la estación. Algunos miran de reojo el gran reloj que se alza desafiante, y el pequeño digital que corre la cinta luminosa, uno enfrente del otro, sin saber que hora quedarse. Son los últimos intentos de arrancar tiempo al tiempo, de no llegar tarde a la primera clase de la mañana.
La pequeña parada de taxis, con su T de colores, no dan abasto con la llegada de los trenes.Una mujer pasea nerviosa por la acera esperando que alguno quede libre. Llega tarde a su trabajo y puede que la despidan, o cuando menos que le digan algo...
Tras unos instantes que le parecen interminables, aparca un taxi delante suyo. Con la mano temblorosa se apresura para abrir la portezuela. Pero en el momento en que se apea el ocupante, al verse, los dos se quedan parados.Han pasado los años, no muchos, y hoy se encuentran frente a frente. Algunas veces, se habían visto desde lejos por las tumultuosas calles de Madrid, huyendo uno del otro. Ahora no pueden.
Después de una falsa sonrisa de aprobación comienza a hablar. A hablar de algo que consideran totalmente inútil: el pasado. Pero no podían hacer otra cosa..
- ¡Hola !. ¿Cómo te va?.-
.- ¡Ah, bien!. Oye te encuentro algo desmejorada. No te había reconocido muy bien al principio. ¿Estás enferma?.-
No le digas que todavía la recuerdas. No le digas que todavía conservas su fotografía. Que deseas recorrer su piel con tus manos, como antes. Que cada noche la sientes dentro de ti, cerca tuyo, como si estuviera compartiendo el lecho contigo y al levantarte, sólo te acompaña la soledad..
- No, no es esté enferma, lo que pasa es que acabo de dar a luz a mi segundo hijo.- Aclaró ella como ofendida por la pregunta.
Si, te casaste, pero no eres feliz. Tienes casi todos los dientes cariados como pago a tu fertilidad, la cara apergaminada. Tu tez blanca se extinguió ya hace tiempo... pero, no le dirás que fue el mejor de todos, que fue el único con el que te sentiste mujer..
- ¿Te has casado?.- Interrogo sorprendido y consternado a la vez.
Una incursión en los senderos de los sentimientos. Amor pronto del ocaso. Una boda rápida después de saber que estaba embarazada..
- ¡Sí, me casé!. ¿Tú no?.-
Contestó con la ansiedad de quien parece perder algo..
- ¡No!. ¿Para qué ?. Ya sabes que siempre fui un donjuán. No hay ninguna que me pueda atrapar.
Vives en un celibato continuo. Triste realidad. Has engordado ostentosamente, el pelo se te cayo a la barbilla y ya no puedes pasar sin las gafas..
- ¿Y tu marido?. ¿Quién es?. ¿Lo conozco?. Supongo que sería aquel príncipe azul con el que siempre soñaste.- Interrogó atropelladamente..
- No, no le conoces. Trabaja en una importante compañía ... ,.
- Vivirás bien, ¿eh?.- Interrumpió él, tratando de despertar de la pesadilla en que casualmente se había metido..
- Sí, no nos falta de nada gracias a Dios y,...¿Sabes?. Nos queremos como el primer día.- Apostilló con fuerza como si se sintiese amenazada.
Pero,... alcohólico, es alcohólico, tiene más cirrosis que hígado y es una extraña en su propia casa..
- Y tú, el idealista de la facultad, todavía lees a Rousseau, Nietsche, Engels, Marx,... Crees en la lucha de clases. Querido revolucionario del Mayo del 68..
- Bueno... no tanto como antes. Pero todavía me entusiasmo leyendo "El Contrato Social", "El Capital".-
Son sólo libros guardados en un baúl lleno de polvo, que preside algún desván. Un director de bancos no se puede permitir esos lujos..
- Oye ha sido un placer volverte a ver.- Da por terminada la conversación ella..
- Lo mismo digo.-
.- Adiós.-
Otro día si tienes que coger un taxi, ya sabes, dónde no tienes que cogerlo.Apresúrate, corre por el parque, que no sé de cuenta de que lloras. Tendrías que contarle la verdad y sería más duro para ti.
Vaga entre los árboles, vuelve a hacer planes para cuando terminen los días de tu marido. Sigue vagando, quizás tu jefe no te eche de menos. Pero si lo encuentras otra vez,... seguramente le dirás la verdad.
Tu no corres, y tampoco cogerás el tren. Sólo piensas en llegar a casa, en quemar aquella fotografía. Extinguirás ese deseo sin sentido ya, o mejor no, te servirá como guía de página para los libros que vas a desempolvar. En la fotografía no ha cambiado, y... te ayudará a recobrar los ideales perdidos.
Y en la vieja estación de Atocha, melancólica y bulliciosa se suceden las idas y venidas de pasajeros que no saben a dónde van porque ni ellos mismos saben donde vinieron...

no me llores...


No me llores, mi niña,

no me llores...

que me rompes en trocitos

y me dejas sin aliento


No me llores

que ese brillo de tus ojos

no me gusta

y me esquivas la mirada


No me llores mi niña,

se que duele...

pediremos un calmante

o te contare una historia,

(como a la niña de enfrente)


No me llores cariño,

pasará pronto,

las chispitas de tus ojos

nunca precisaron
de humedad para que brillen


No me llores mi niña,

no me llores,

que cada lagrima tuya

hace un boquete en mi alma

y me dejas sin defensas...


(Cuando escribo estos versos, "Chispi" está ingesada en el hospital, ya parece que va mejor, pero jo, que susto)