jueves, 28 de junio de 2007

declaracion de intenciones


Dadme un enchufe
y moveré mi mundo.

la incognita


A la izquierda no está.
por la derecha tampoco.
Ni en la parte de atrás,
ni abajo ni arriba.
No está en las esquinas,
ni en los recovecos.
Busco, palpo y no lo encuentro.
He perdido el botón
de encendido.

martes, 26 de junio de 2007

no estoy conforme....




Alguien debería decirme
por qué no he desaparecido,
cuando saber desaparecer
es una cuestión de suerte,
y cuando no la tienespues sigues existiendo

hoy no he dormido


Alguien ha estado
esta noche
excavando en mi alma.
Me ha dejado el cuerpo
lleno de agujeros.
Es una sensación
de tristeza.
Alguien me ha seguido,
mi cabeza es una sopa de letras,
y la solución
no está en mi espalda,
(ni en la última página) .
Achicar los agujeros,
cerrarlos con candado
y colgar la llave al cuello.
El mundo tiene el vientre flojo
y yo, no juego.

viernes, 22 de junio de 2007

TU



difuminado por el humo
de mi tabaco.
personaje sin rostro
de mis sueños.
excitante remembranza
de mi alma solitaria.
nueva constelación
en el cielo que me cubre.
Tú se convierte en mi
única palabra.
Tú te conviertes en mi todo
y en mi nada.
Tu sólo nombre aviva
en mí el deseo de tu cuerpo.
Tú eres el antes,
el después
y el ahora.
Tú pasaste la frontera
rumbo fijo a mi corazón.
Tú me enganchaste
al bombeo de tu ser.
Tú, tú, tú…parece
Mi única palabra
porque tú,
aunque no lo sepas,
eres yo y soy yo
porque estás tú.

lunes, 18 de junio de 2007

a la sombra del un flexo....


Tengo la luz de mi flexo

dispuesta a lucir frente a la luna

y en el ánimo

escondida la sombra de una ausencia.


La puerta está cerrada(hierro y piedra).


Mientras,

suena despacio la música

que resalta

el silencio infinito de la espera.


El puente no acaba de tenderse.


La mañana, asesina de la noche,

se está alumbrando demasiado lenta,

demasiado hueca.


Está esperando el álgido momento

que a gritos se proclame ávido.


Cerca,....ya muy cerca.


Cuando la luz del alba

se espese, se comprima,

se apriete y suene

llamando impaciente ante la puerta,

con la sed en los bordes de la boca,

con la fiebre hiriéndole los labios,

con una ardiente sensación

de páramo y arena.

jueves, 14 de junio de 2007

Yo te regalo


Yo te regalo:

Una sonrisa escrita para que la guardes
y el dibujo de un sueño en tu cuaderno.

Una palabra perfumada
y un día de sol con tu nombre.

El abrazo infinito de todos los árboles
y un canto suave para que duermas

La mirada más tierna, el color de una nube
y un beso en tu alma,
para que me recuerdes siempre
y en tu corazón me guardes

el viejo leon






El viejo león descansa en la cama del hospital, tumbado en una habitación aséptica, de color crema, acaba de subir del quirófano, donde ha sufrido su segunda operación en diez días, sin fuerzas, rendido, los ochenta y dos años son un peso muy fuerte y él está tan débil...
Cubierto con una sabana se ven sus hombros desnudos, blancos, débiles, ya la carne se descuelga queriendo abandonar el cuerpo, y allí tumbado los huesos se dibujan en los pliegues de su piel. La piel moteada de las escamas de la vejez está manchada. Unas manchas de la operación, de sangre y de los potingues que usan para desinfectar, salen del centro del pecho y se extienden por el hombro derecho. En su cuello, se ve palpitar una vena y se marcan los tendones bajo la blanca piel que se descuelga de su propio peso, la cabeza, con esta palidez parece la de una estatua de esas que a veces ves en los museos, marcándose mucho los pómulos y la nariz sobre los ojos hundidos. Pasa un rato, todos estamos pendientes, y poco a poco su arrugada piel va tomando color, y su cara, surcada por unos tubos que entran por la nariz, queda vacía al haberle quitado la dentadura postiza. Permanece inmóvil, con los ojos cerrados y los cuatro pelos blancos adornan encima de sus orejas hasta llegar a la calva, no ya una calva lisa y brillante, sino con esas pequeñas escamas que dejan los años vividos.

El abuelo esta aun bajo los efectos de la anestesia, allí, en la habitación, se oye el sollozar inquieto de las mujeres y el temblor del miedo a perderlo. Allí, en la habitación 918 del hospital Militar Gómez Ulla, estamos todos pendientes de el, Allí está mi madre, hermano, tíos y tías, primos, y también la abuela.
Es un tiempo congelado en que no sabes si estar o salir a fumar mientras esperas, haces esfuerzos por controlar sentimientos, algún comentario en susurros, y sigues esperando a que de señales de algo. Parece mentira que entre tanta gente te sientas tan solo y fue alli, sentado en una banqueta a los pies de la cama, solo sin importar quien estaba a mi lado, estábamos solos el abuelo y yo. Le miraba y veía al viejo roble que siempre fue, al señor de la casa, hoy viejo y vencido, sin fuerzas. Le veía y desde muy dentro de mí salían las palabras no pronunciadas. ¡Vamos valiente¡ Tienes que poder con ello. ¡Animo¡ Tira para adelante, no te dejes vencer tú eres mi abuelo, el que siempre me decía que había que poder con todo. ¡ Vamos valiente¡.
El miedo que sentía era justificado, los médicos nos habían dado muy pocas opciones, su edad y su extrema debilidad no hacían presagiar nada bueno, y eso que al final de la operación dijeron que fue un éxito y que podría recuperarse, pero yo tenia miedo.
La primera operación fue a vida o muerte, salió bien, y yo sabia que no iba a morir, no me lo creía, me decía pero como, es mi abuelo, es fuerte buen chico, pero esta segunda, después de diez días en los que le vi debilitarse cada vez mas me daba pánico.
¡Vamos valiente, con esta tienes que poder¡
El abuelo se hay movido y susurra quejidos de dolor, esta despertando de la anestesia, o más bien, se pasa la anestesia y el dolor que siente le hace ir despertando, los ojos siguen cerrados y las lagrimas gotean de sus ojos, le duele y llora de impotencia. ¡Vamos valiente, lucha, tú eres mas fuerte¡
La abuela esta de pie a su derecha, la figura pequeña. , enjuta y siempre de negro que siempre ha estado a su lado. La abuela apenas ve ni oye, pero con su huesuda mano acaricia la frente del abuelo y le da todo el calor y el cariño que solo forja toda una vida juntos, nota que sus labios se mueven y nos pregunta qué dice, ella no lo oye. Se queja abuela, pero no esta aun despierto.
Sobre el rostro de la abuela, unas lagrimas luchan entre mil arrugas para al final ir a caer en la almohada del abuelo, mientras su mano sigue acariciando su frente y sus labios murmuran cariño, cariño...
El abuelo abre los ojos, nos mira a todos sin vernos y llora, se queja. Tengo frío, no siento los pies, me duele ... ¡Dios mío!.
Meto la mano bajo la sabana y busco sus pies que acaricio sin cesar. Así, sigue, dice el abuelo y allí con mi mano dando calor a sus pies, parece que se calma un poco.
La habitación se fue despejando de gente, pero yo quede allí, a sus pies intentando transmitirle calor y vida, incluso llegue a pensar que con el calor de mi mano podía transmitirle al abuelo la fuerza que el tanto necesitaba.
No te preocupes abuelo, por mi mano recibirás calor en los pies, y este calor pasara a tus piernas, a tu cuerpo, y llegara hasta tu corazón, venga valiente, te estoy dando calor, estoy aquí para darte vida.
Vamos valiente, has pasado una guerra, has criado a tus hijos, a nosotros tus nietos y aun tienes que contarle batallitas a mi hijo, tienes que leerle todos los días un cuento como hacías conmigo cuando pasaba contigo los veranos, te acuerdas cuando me leias las mil y una noches en aquel libro hecho de papeles sueltos, vamos, tienes tantas cosas aun por hacer; Vamos valiente, lucha, puedes...

Allí a sus pies, entre sus llantos y quejidos, entre esa impotencia de un viejo roble que ve que no tiene ya fuerza, pasó en un momento tanto tiempo vivido juntos. No quiero que esto acabe.
Recordé que la abuela y tu me enseñasteis a jugar a las cartas, al tute, recuerdas, si seguro que te acuerdas de aquel enfado que cogiste cuando por fin pude ganarte, que no fue enfado, fue un regruño cargado de orgullo. Recuerdo que me enseñaste a coser el cuero, a hacer muchas cosas con mis manos. También me enseñaste la disciplina, el honor, y todos esos valores que tu, un viejo soldado, tuviste siempre por lema en tu vida. Me enseñaste a Dios, cuando de la mano me llevabas a misa y me contabas con infinita paciencia las “batallitas” de Jesús.
No llores, no te quejes, estoy aquí y te quiero vivo. Te quiero fuerte, vamos valiente, puedes con esto también, tengo mi mano en tus pies dándote calor.

Recuerdo aquellos paseos por el pueblo, cuando tu te empeñabas en que conociera los distintos árboles, cuando querías que supiera las lindes de las tierras para que nadie pudiera engañarme, cuando me decías cómo había que coger la manzanilla del campo y cual era el tomillo y cual el romero. Yo niño de ciudad no tenia ni idea y tu te reías y volvías a empezar otra vez.

.-¿Qué me han hecho?. ¿ Por qué no me dejan morir?
.- Tranquilo abuelo, ya paso, descanse, esta bien
.- Tengo frío, me duele
.- Ya descanse, descanse, ya pasó
.- No puedo
.- Que si, venga, tiene que querer, vamos valiente, tiene que querer.

Recuerdo cuando murió mi padre, yo solo tenia once años, y no lloraba, era todo tan extraño, tan increíble que no lo asimilaba, solo, me aislé de todos y todo, no entendía que papá nunca mas volvería, veía que mama lloraba, que todos lloraban y yo miraba al suelo solo en un rincón. El abuelo se vino conmigo al rincón, al principio no me dijo nada, solo me cogió las manos y me las apretó, se quedo así allí conmigo y al rato, aun cogidos de la mano dijo “Yo seré tu padre”. La verdad es que las manos del abuelo hicieron mas en mi que todos los lloros, abrazos y besos de tanta gente que allí estaba.
Vamos abuelo, como tu entonces, ahora yo seré tu vida, mis manos dan calor a tus pies y mis manos te darán vida, vamos valiente, aguanta.
Los ojos abiertos del abuelo miran a la abuela que esta de pie siempre a su lado. No se dicen nada, la mano de la abuela sigue acariciando su frente, se miran, no sé si se ven, pero se saben, saben tanto el uno del otro que no les hace falta decir nada.
Desde que la abuela ha perdido tanta vista, el abuelo ha sido su lazarillo, sirviente, hacedor, lo es todo para ella. La sordera ha sido progresiva, cosas de los años dice el medico, pero sin vista, la cosa cambia. El abuelo la viste, la peina, hace las cosas de la casa y se la lleva de paseo cogiditos de la mano, le dice donde hay un escalón y lo hace con tanta sabiduría que ella no se siente inútil sino atendida como una reina. Un día que fui a su casa, el abuelo le contaba las novelas de la televisión, lo que ella no ve, y la mantiene ocupada y entretenida.
El uno no es nada sin el otro, se saben el uno para el otro, la abuela es la causa de seguir vivo el abuelo, su utilidad. El abuelo es el sostén de la abuela, por él sigue todos los días.

Arrecian los lamentos, vienen las enfermeras y le lavan, así vemos que esta vez en la operación le han abierto con un corte vertical del pecho al estomago y también por los costados, de donde salen bombas de drenaje, le ponen antibiótico en el suero y un calmante, esta sondado para orinar, y mientras lo lavan, desnudo encima de la sabana su cuerpo tirita.
Vamos valiente, ya lo tapan y yo vuelvo a darte calor en los pies, a ver si se te calman los dolores, descansa, tienes que ser fuerte.


NOTA : El abuelo salió de esta, en principio pareció que bien, aunque su cáncer estaba muy avanzado. Meses después, ya no pudo salir mas, otra operación hizo que se consumiera y que un día nos dejara solos.
Sirva este pequeño testimonio en recuerdo de mi cariño.

miércoles, 13 de junio de 2007

vaya dia....


Siempre pensamos que ‘eso’ no puede llegar a pasarnos a nosotros. Me refiero a esas situaciones, que en ocasiones sirven como sketch o secuencia de numerosas películas, y que siempre suponen una situación humorística de lo más insólita.
Lo sabes, tarde o temprano todos terminamos por vivir una de esas escenas.
Era el fin de semana perfecto para que aquel fin de semana hubiera sido perfecto.
Podía haber hecho cualquier cosa que se me hubiera antojado. Aunque, no sé por qué, decidí quedarme esa tarde de sábado en casa. Estaba solo, así que aproveché para pasarme por el videoclub y coger una de esas películas en las que de repente a todo el mundo le da por desnudarse y comenzar a quererse mucho los unos a los otros.
Hacía calor y me encontraba en gallumbos tirado en el sofá del comedor, recreándome con el show televisivo. De repente y a la vez; sonó el teléfono, alguien llamo a la puerta, el timbre de abajo berreó, el vecino de al lado encendió el aparato de música y lo puso a toda caña, y la cafetera comenzó a chirriar como un gato a punto de ser capado.
Sobresaltado me puse en pie.
Confundido no supe cual de las situaciones atender primero.
Pense entonces en hacerlo por orden de preferencia, pero me fue imposible decidir quién había sido el primero, después pensé hacerlo por orden alfabético, luego por veteranía, por proximidad, etc...
Mientras pensaba todo esto la gente que me solicitaba, se impacientaba. Así que finalmente decidí atender a todos a la vez.
Descolgué el teléfono, salí corriendo y abrí la puerta invitando a pasar a quien se encontrara allí, pregunte ¿quien? mientras abría la puerta del patio, aparte la cafetera del fuego y finalmente atendí al vecino pegando cuatro golpes en la pared, al tiempo que me cagaba en su padre, como de costumbre.
Cuando volví al comedor me encontré una chica con maletín sentada en el sofá. Me senté frente a ella y con cara de buen anfitrión le pregunté qué quería. Me dijo que era del triángulo de lectores, y ... después de esto, sus ojos se perdieron tras de mí. Yo me encontraba de espaldas al televisor y recordé entonces que no había parado el vídeo y que la película seguía en marcha.
En ese momento, y por la puerta de mi casa que se encontraba abierta, hizo su aparición el hijo de mi vecina pidiendo una barra de pan. Me levanté de la silla y le dije que solo me quedaba una barra y estaba dura. Vi entonces como los ojos del chiquillo se dirigían a mi entrepierna. Agaché la cabeza y vi como mis calzoncillos formaban cierta tienda de campaña cuyo pico apuntaba al niño.
Avergonzado me giré a un lado, y esta vez el pico de mi cabaña apuntó entre ceja y ceja a la chica que se encontraba sentada en el sofá.
La madre que parió al niño hizo su aparición en la sala, al ver que éste tardaba demasiado en llevar el pan. Su reacción fue de esperar. Comenzó a gritar al verme en gallumbos mientras tras de mí en la televisión una chica jugaba con una zanahoria.
Yo, totalmente obtuso, ya no sabia hacia donde apuntar con la barraca del tío pelón. Así que, me decidí por salir corriendo hacia la cocina y ocultarme allí. Este fue mi mayor error. Con las prisas empujé la cafetera que se encontraba en el borde de la mesa, y ésta se volcó desparramando todo el café hirviendo sobre mi único y más querido miembro.
El grito fue tal, que el vecino de al lado, respondió subiendo mas aun el volumen de la música.
Ahora mi vida se ha vuelto un infierno, mucho peor de lo que os podais imaginar.
Mi vecina no hace otra cosa que insultarme cada vez que salgo a tender la ropa. Mi buzón está repleto de propaganda del triángulo de lectores. Mi vecino de al lado se ha comprado una batería. Pero lo que más me fastidia de todo es que mi amigo el pelón se ha quedado más pelón que nunca.
P.D. ¡Ah se me olvidaba!. La llamada de teléfono era de alguien que se equivocó de número.

martes, 12 de junio de 2007

Tintas






















Pretendo mostrar parte del trabajo que estoy haciendo con tintas sobre papel, de todas formas es un campo que aun sigo trabajando, aunque segun me dicen, los resultados estan gustando bastante










sábado, 9 de junio de 2007

La escritora del metro


La escritora del metro

Su objeto de admiración se apoyaba contra las paredes del vagón de metro con actitud despreocupada.
Sostenía en sus manos un libro, parecía El extranjero de Camus en versión original, pero, en lugar de leer, escribía sobre él.
Estaba tan concentrada que no tenía la menor idea de que toda su figura era estudiada por un joven en pleno recorrido hacia el éxtasis.
Miraba cómo sus ágiles manos sostenían el lápiz con el que iba garabateando el libro.
Suspiraba de placer al contemplar su cara delicada y absorta en los pensamientos que, acto seguido, iban a ser trasladados al papel.
Le encantaba observar cómo sus ojos se asomaban por encima del libro de vez en cuando para asegurarse de que no se había pasado de parada.
Envidiaba ese pelo rebelde que acariciaba una y otra vez sus mejillas a pesar de los resoplidos que salían de sus labios para intentar liberar el rostro de ese contacto.
El examen era constante, hasta el punto de que la chica debió notar el calor de sus ojos sobre ella, porque levantó la vista y le miró sin comprender porqué la observaba o quizá comprendiéndolo perfectamente.
En ese instante el corazón le dio un vuelco, ¿cómo podía ser tan maravillosa?
En la siguiente parada, sin previo aviso, salió de forma apresurada del vagón y él, ignorando qué planes albergaba, la siguió.
Por su camino dedujo que iba a hacer un trasbordo, era probable que se dirigiese a Ciudad Universitaria.
La longitud de aquel pasillo interminable que conectaba la línea 5 con la 6 en Diego de León, le permitió observar sus movimientos.
Tenía una forma de andar torpe, pero enternecedora.
Y no era el único en pensarlo porque dos hombres la miraron con detenimiento y se volvieron para verla de espaldas después de cruzarse con ella.
Cuando llegaron al andén se situó de tal manera que pudiera observar esos labios carnosos sufriendo periódicamente el ataque de unos dientes despiadados, que daban testimonio de su concentración absoluta.
Miraba el jersey que rozaba sus pechos y deseaba convertirse en lana sólo para experimentar esa sensación que como hombre nunca tendría.
Se preguntaba qué ideas dignas de ser conservadas sobre el papel pasaban por una cabeza tan perfecta.
Al llegar el nuevo metro, la joven que escribía en medio de la multitud se hizo con un sitio junto a la puerta de uno de los vagones para apoyarse y continuar deslizando el bolígrafo sobre el papel. El chico se plantó en la pared opuesta para poder contemplarla cómodamente sin ser visto y así gozar del espectáculo de una mujer bella y absorta en sí misma en medio de la sordidez del subterráneo.
No era la primera vez que aprovechaba la circunstancia del encierro momentáneo de un grupo de gente en un vagón de metro para observar a alguien a sus anchas, pero en este caso era diferente.
No se sentía como en las anteriores ocasiones, no buscaba poner nerviosa a la chica o establecer un juego de miradas, tenía que conseguir a la escritora, pasase lo que pasase había de ser suya. Notaba en sus entrañas la fuerza del destino obligándole a cumplir sus designios.
Quedaba atrás el libre albedrío y su propia voluntad, aquel día por fin iba a llevar a cabo lo que todos anhelamos desde que adquirimos el uso de razón: conocer a su media naranja.
No sabía qué le iba a decir ni cómo, sólo le guiaba la convicción de que, ocurriese lo que ocurriese, no se le podía escapar.
Habían nacido para estar juntos, ella le pertenecía y haría lo que fuese con tal de alcanzarla.
De repente, la duda martilleó su cerebro: ¿y si su amada no pensaba lo mismo? ¿Y si no sentía la pulsión de su unión inminente?
Cada vez la observaba con menos disimulo y, casi sin querer, como si estuviese por encima de su control, se iba acercando a ella paulatinamente.
Estaba convencido de que había tenido que notar su mirada inquisidora, pero la chica simulaba continuar inmersa en su escritura.
Ya sólo quedaban como obstáculos entre ellos dos personas y unos cinco metros de espacio.
No estaba seguro de porqué se aproximaba, si se atrevería a dirigirle la palabra o si se limitaría a contemplarla de cerca y no haría nada.
Se detuvo cuando su brazo rozó el bolso de la joven.
Los dos mantenían la vista en el suelo, sabían que el primero que la levantase se vería obligado a hablar, aunque, por supuesto, ella no dejaba de escribir ni un solo segundo.
El chico hizo acopio de valor y dijo lo más original que se le ocurría en esas circunstancias, aunque su voz sonó ronca, grave, como de ultratumba:-¡Hola!
Ella le miró a los ojos durante un segundo y le sonrió. Su sonrisa era desconcertante, bella, pero con un matiz misterioso.
Él volvió a intentarlo:-¿Qué escribes?
La joven, sin borrar esa desconcertante sonrisa de su rostro, le tendió el libro.
La letra clara y femenina se extendía por los márgenes de El extranjero ocupando hojas y hojas, pero la última frase era:" La joven, sin borrar esa desconcertante sonrisa de su rostro, le tendió el libro. La letra clara y femenina se extendía por los márgenes de El extranjero ocupando hojas y hojas, pero la última frase era:".

tu y yo


Yo llaves, tu el llavero
tu la pintura, yo el óleo
tu mis sueños, yo la noche
yo la playa, tu mi piel tostada
yo la voz, tu la guitarra
tu mi boca, yo la armónica
tu mi reloj , yo tu tiempo
do, re mi, fa
yo el ocaso , tu mi amanecer
inseparables, desmedidamente juntos
en una taza , yo el café, tu mi azúcar
en una cama, yo la almohada, tu las sabanas
en lo excesivo , yo el mínimo, tu el máximo
en nuestro vestuario tu la camisa, yo el pantalón,
En un reloj, tu los minutos, yo los segundos
que me consumen a tu lado
en un tablero , yo la reina , tu el Rey
(estas en jaque)
Yo la uva, tu el vino
Fundidos, quemados , en un mismo fogón
Son nuestras vidas
nos acerca, nos aleja, nos atrapa
y aquí atados
tu la silla, yo la mordaza

jueves, 7 de junio de 2007

ser...



Estoy asimilando
ser quien soy,
aprendiéndome de memoria.
Mi nombre, mi estatura.
Estoy convenciéndome
de que estoy aquí,
tragándome.
Que no me gusta mi casa.
Aprendiéndome en el espejo
e intentando comprender
qué hacer con el resto
de mi vida.
Estoy asimilando
que hoy también existo.
Y me están metiendo prisa.

martes, 5 de junio de 2007

Suma y sigue


He llegado tan lejos,
(y que poco he avanzado)
en este camino incierto.
He dudado, pero ¿qué digo?
Dudo y sigo,
porque de nada me sirve caer
si después no me levanto.
Sigo caminando
a la sombra de aquel niño
que quería decir algo
Junto a aquel adolescente,
a veces enamorado,
y otras perdida la mente
en mil sueños no logrados.
También junto al hombre
que se dio de golpe con la vida
y que guarda cicatrices
de todas sus heridas.
Y hoy, adulto cansado,
sigo caminando,
(a veces no sé si por rutina),
y sigo buscando.

llueve...


Estoy oyendo llover,
acurrucado,
y el frío se cuela por las rendijas
de mi ventana.
El calor del radiador no llega,
y encendiendo un cigarro,
tiembla la mano al contar,
por escrito y en forma de verso,
que odio la soledad.

la cita


LA CITA.


Recorrió con el dedo índice la columna de clasificados del diario, hasta que encontró el aviso que había hecho publicar el día anterior. Leyó: “Jorge 35, busca chica linda, activa, sin compromisos, edad 21/34, resida zona norte, contactar por teléfono número “;. El resultado fue inmediato, se dijo, la chica linda y activa le había dicho, por teléfono, hacia unos instantes, que estaría allí en media hora.
Cuando Jorge escuchó el timbre de la puerta de calle, plegó el diario que estaba leyendo y lo tiró al piso. De un salto se levantó del sofá, buscó los zapatos desparramados por el suelo, se acomodó la camisa dentro del pantalón y se ajustó el cinturón. Inmediatamente cerró las cortinas de loneta estampadas con palmeras para que no entrara el sol, y encendió las lámparas halógenas que colgaban del techo. Con rapidez levantó los vasos y ceniceros sucios dispersos sobre los muebles desde la noche anterior, y los apiló con torpeza sobre la mesada de la cocina anexa al gran ambiente que constituía su casa. Como un torbellino irrumpió en el baño.
Escuchó el timbre por segunda vez. Frente al espejo, clavó el peine sobre el cuero cabelludo e intentando dominar los nervios llevó un mechón de pelo oscuro hacia atrás. Esgrimió una sonrisa al notar que sus extraordinarios ojos verde-gris, gracias a su progresiva miopía, habían adquirido la sugestiva costumbre de entornarse. No habría mujer, que pudiera resistirse ante él; a los 35 años no sólo era un buen partido de mirada astuta, sino que además, tenía la suerte de estar dotado de músculos que se desplazaban con cadencia felina bajo la piel morena del sol Hizo un medio giro. De perfil, aprobó la correcta elección de su ropa. Sí, no había duda, de que un pantalón de gabardina gris y una camisa de sport azul pálido, arremangada, lo convertían en el “&bocata di cardinale”de cualquier mujer con experiencia o sin ella.
El timbre de la puerta volvió a sonar y salió rápidamente del baño. Buscó un compact disc. Eligió a Led Zeppelin, pero enseguida lo tiró violentamente contra el piso, era bastante estridente para una primera entrevista. Recorrió con ansiedad toda la pila hasta dar con uno de jazz, en el que Ella Fitzgerald interpretaba el romántico “Summertime”. Mientras sus dedos nerviosos presionaban los botones de la minicadena, imaginó a la muchacha. De acuerdo con la voz suave y temblorosa que tenía por teléfono, debía ser una de esas mujeres que tímidamente recurren por primera vez a un clasificado del diario y, si estaba en el límite de los 34 años que exigía el aviso, probablemente estaría recién divorciada, algo que a él le atraía, ya que sería esa clase de mujer que, sometida al holocausto conyugal, no vería el momento de dar rienda suelta a un arsenal de sentimientos reprimidos durante años.
Cuando la voz de Ella Fitzgerald invadía la casa, el timbre sonó por cuarta vez. Jorge echó un último vistazo a su alrededor y vio que la cama estaba deshecha . Corrió hacia ella y, con ímpetu, estiró las sábanas y mantas y acomodó las almohadas. Ni bien estuvo hecha, notó que la cama había adquirido un aspecto aséptico, y dedujo que una cama hecha no tenía la seducción de una cama deshecha, en cuyo revoltijo de sábanas, mantas y almohadas, podría percibirse la insinuante ausencia de un hombre que, unos minutos antes, había estado echado en ella. Y volvió a desordenarla ahuecando con los puños la almohada y el colchón, estrujándo las sábanas y abollando las mantas.
De repente vio el teléfono sobre la mesa auxiliar. Si sonaba, podría desbaratar algún momento mágico; se precipitó hacia él, lo desconectó bruscamente y lo escondió bajo el sofá. ¿Y si ella quería hacer alguna llamada de urgencia, y al decirle él que el teléfono estaba descompuesto, la chica resolvía dar por terminado el encuentro ?. En ese caso le diré que el teléfono no funciona y punto, se dijo impaciente, encaminándose hacia la puerta de entrada.
Apoyó la mano húmeda sobre el picaporte. Inesperadamente lo asaltó la duda de que sus expectativas podrían defraudarlo y, como la puerta no tenía visor, se arrimó a ella con la intención de escuchar algún indicio exterior que le diera ciertas pautas de la visitante. Escuchó un taconeo acompasado que iba y venía sobre las baldosas del pasillo. Por momentos los pasos cesaban, pero al instante redoblaban el taconeo dejando un tiempo considerable entre un golpe y el siguiente, lo que le hizo suponer que se trataba de una mujer alta, ya que sus pasos, no tenían el taconeo cortito y nervioso de las mujeres bajitas. Esto lo envalentonó. Si era alta, probablemente, eso traería aparejado un largo y ondulado pelo rubio, y sus probables ojos claros resaltarían sobre su cara blanca como tiza, propensa a las pecas.
Continuaba con la cabeza apoyada en la puerta, cuando lo sobresaltó el quinto chirrido del timbre. Iba a abrir. Cerró suavemente los ojos y, con la mano todavía sobre el picaporte, tomó distancia . Estaba a escasos minutos de concretar un encuentro que lo sumiría durante toda la tarde en el éxtasis de verse envuelto bajo el embrujo de una mujer .
-¿Quién es ?- preguntó con voz de no estar esperando a nadie. Pero del otro lado no hubo respuesta.
-¿ Quién es ?- insistió levantando la voz. Silencio. Entonces abrió lentamente la puerta. Se sorprendió al ver que en el pasillo no había nadie. Sin embargo, un perfume dulzón flotaba en el aire. Al asomarse al hueco de la escalera, reparó en que cinco pisos más abajo, una cabeza rubia sobre un abrigo negro estaba a punto de llegar a la calle. Se inclinó un poco más, y chistó. Le parecía de mala educación chistarle a una mujer que venía por primera vez a su casa, pero si hubiera tomado la precaución de averiguar su nombre cuando se contactaron por teléfono no estaría dando chistidos en el hueco de la escalera. Quizá, ella no lo escuchaba o había decidido no darse por enterada ante esa manera tan descortés de llamarla. Entonces, Jorge, aferrado al pasamanos, bajó los escalones de dos en dos. Vio que ella ya estaba casi en el final del trayecto, muy cerca de la puerta de entrada del bloque, y a él todavía le faltaban tres pisos. Tomó una especie de determinación heroica y corrió salteando tres escalones y a veces cuatro.
Cuando ella salió del bloque de pisos cruzó a la acera de enfrente y se paró en la cola de los taxis. Para protegerse del viento se levantó el cuello del abrigo y sujetó el largo pelo rubio con una pinza de plástico que sacó de la cartera. Mientras esperaba que avanzara la cola, le pareció que el hombre que salía del bloque tenía que ser el que había puesto el aviso en el diario. Notó un aire nervioso en su actitud. Con una impecable camisa azul, arremangada, a pesar del frío, y un pantalón gris, miraba desesperadamente hacia un lado y hacia el otro de la puerta de entrada.Ya en el taxi, se alegró de que no se hubieran encontrado. Seguramente, él la había visto por la mirilla de la puerta y lo acobardó su apariencia de mujer experta. Jamás podría atraerle ese tipo hombre con tan poca experiencia en materia de avisos clasificados

... tu lo sabes?



¿Cuánto se puede llorar?
¿Cuánto se echa de menos?
¿Cuánto dura un recuerdo?
¿Cuánto queda de eso en ti?
¿Cuánto queda de eso en él?
¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto dura un sentimiento?
¿Cuánto de ti hay en mí?
¿Cuánto de todo lo que sientes es verdad?
¿Cuánto tiempo ha pasado?
¿Cuánto seré?
¿Cuánto movimiento es necesario para irse?
¿Cuánto tiempo aguantarás?
¿Cuánto existo?
¿Cuánto soy?
¿Cuánto tiempo llevo así?
¿Cuánto durará?

lunes, 4 de junio de 2007

mas...

Cuanto más hago
más quiero.
Deprisa, rápido, perfecto…
Cuanto menos hago
menos quiero.
Lento, vago, insatisfecho…
¿Dónde está
mi punto intermedio?
Intento acoplarme
a la velocidad del mundo,
pero siempre es más,
y más y más.
Me canso, me tumbo,
ya no me muevo…
Espero.
Otra vez rápido,
respuestas, estímulos…
Un motor más, por favor…

sábado, 2 de junio de 2007

en Atocha...


En la vieja estación de Atocha, monótona y bulliciosa, se suceden las idas y venidas de los pasajeros.Las últimas hordas de estudiantes acortan camino hacia el jardin que ahora hay en el vestíbulo de la estación. Algunos miran de reojo el gran reloj que se alza desafiante, y el pequeño digital que corre la cinta luminosa, uno enfrente del otro, sin saber que hora quedarse. Son los últimos intentos de arrancar tiempo al tiempo, de no llegar tarde a la primera clase de la mañana.
La pequeña parada de taxis, con su T de colores, no dan abasto con la llegada de los trenes.Una mujer pasea nerviosa por la acera esperando que alguno quede libre. Llega tarde a su trabajo y puede que la despidan, o cuando menos que le digan algo...
Tras unos instantes que le parecen interminables, aparca un taxi delante suyo. Con la mano temblorosa se apresura para abrir la portezuela. Pero en el momento en que se apea el ocupante, al verse, los dos se quedan parados.Han pasado los años, no muchos, y hoy se encuentran frente a frente. Algunas veces, se habían visto desde lejos por las tumultuosas calles de Madrid, huyendo uno del otro. Ahora no pueden.
Después de una falsa sonrisa de aprobación comienza a hablar. A hablar de algo que consideran totalmente inútil: el pasado. Pero no podían hacer otra cosa..
- ¡Hola !. ¿Cómo te va?.-
.- ¡Ah, bien!. Oye te encuentro algo desmejorada. No te había reconocido muy bien al principio. ¿Estás enferma?.-
No le digas que todavía la recuerdas. No le digas que todavía conservas su fotografía. Que deseas recorrer su piel con tus manos, como antes. Que cada noche la sientes dentro de ti, cerca tuyo, como si estuviera compartiendo el lecho contigo y al levantarte, sólo te acompaña la soledad..
- No, no es esté enferma, lo que pasa es que acabo de dar a luz a mi segundo hijo.- Aclaró ella como ofendida por la pregunta.
Si, te casaste, pero no eres feliz. Tienes casi todos los dientes cariados como pago a tu fertilidad, la cara apergaminada. Tu tez blanca se extinguió ya hace tiempo... pero, no le dirás que fue el mejor de todos, que fue el único con el que te sentiste mujer..
- ¿Te has casado?.- Interrogo sorprendido y consternado a la vez.
Una incursión en los senderos de los sentimientos. Amor pronto del ocaso. Una boda rápida después de saber que estaba embarazada..
- ¡Sí, me casé!. ¿Tú no?.-
Contestó con la ansiedad de quien parece perder algo..
- ¡No!. ¿Para qué ?. Ya sabes que siempre fui un donjuán. No hay ninguna que me pueda atrapar.
Vives en un celibato continuo. Triste realidad. Has engordado ostentosamente, el pelo se te cayo a la barbilla y ya no puedes pasar sin las gafas..
- ¿Y tu marido?. ¿Quién es?. ¿Lo conozco?. Supongo que sería aquel príncipe azul con el que siempre soñaste.- Interrogó atropelladamente..
- No, no le conoces. Trabaja en una importante compañía ... ,.
- Vivirás bien, ¿eh?.- Interrumpió él, tratando de despertar de la pesadilla en que casualmente se había metido..
- Sí, no nos falta de nada gracias a Dios y,...¿Sabes?. Nos queremos como el primer día.- Apostilló con fuerza como si se sintiese amenazada.
Pero,... alcohólico, es alcohólico, tiene más cirrosis que hígado y es una extraña en su propia casa..
- Y tú, el idealista de la facultad, todavía lees a Rousseau, Nietsche, Engels, Marx,... Crees en la lucha de clases. Querido revolucionario del Mayo del 68..
- Bueno... no tanto como antes. Pero todavía me entusiasmo leyendo "El Contrato Social", "El Capital".-
Son sólo libros guardados en un baúl lleno de polvo, que preside algún desván. Un director de bancos no se puede permitir esos lujos..
- Oye ha sido un placer volverte a ver.- Da por terminada la conversación ella..
- Lo mismo digo.-
.- Adiós.-
Otro día si tienes que coger un taxi, ya sabes, dónde no tienes que cogerlo.Apresúrate, corre por el parque, que no sé de cuenta de que lloras. Tendrías que contarle la verdad y sería más duro para ti.
Vaga entre los árboles, vuelve a hacer planes para cuando terminen los días de tu marido. Sigue vagando, quizás tu jefe no te eche de menos. Pero si lo encuentras otra vez,... seguramente le dirás la verdad.
Tu no corres, y tampoco cogerás el tren. Sólo piensas en llegar a casa, en quemar aquella fotografía. Extinguirás ese deseo sin sentido ya, o mejor no, te servirá como guía de página para los libros que vas a desempolvar. En la fotografía no ha cambiado, y... te ayudará a recobrar los ideales perdidos.
Y en la vieja estación de Atocha, melancólica y bulliciosa se suceden las idas y venidas de pasajeros que no saben a dónde van porque ni ellos mismos saben donde vinieron...

no me llores...


No me llores, mi niña,

no me llores...

que me rompes en trocitos

y me dejas sin aliento


No me llores

que ese brillo de tus ojos

no me gusta

y me esquivas la mirada


No me llores mi niña,

se que duele...

pediremos un calmante

o te contare una historia,

(como a la niña de enfrente)


No me llores cariño,

pasará pronto,

las chispitas de tus ojos

nunca precisaron
de humedad para que brillen


No me llores mi niña,

no me llores,

que cada lagrima tuya

hace un boquete en mi alma

y me dejas sin defensas...


(Cuando escribo estos versos, "Chispi" está ingesada en el hospital, ya parece que va mejor, pero jo, que susto)