miércoles, 13 de junio de 2007

vaya dia....


Siempre pensamos que ‘eso’ no puede llegar a pasarnos a nosotros. Me refiero a esas situaciones, que en ocasiones sirven como sketch o secuencia de numerosas películas, y que siempre suponen una situación humorística de lo más insólita.
Lo sabes, tarde o temprano todos terminamos por vivir una de esas escenas.
Era el fin de semana perfecto para que aquel fin de semana hubiera sido perfecto.
Podía haber hecho cualquier cosa que se me hubiera antojado. Aunque, no sé por qué, decidí quedarme esa tarde de sábado en casa. Estaba solo, así que aproveché para pasarme por el videoclub y coger una de esas películas en las que de repente a todo el mundo le da por desnudarse y comenzar a quererse mucho los unos a los otros.
Hacía calor y me encontraba en gallumbos tirado en el sofá del comedor, recreándome con el show televisivo. De repente y a la vez; sonó el teléfono, alguien llamo a la puerta, el timbre de abajo berreó, el vecino de al lado encendió el aparato de música y lo puso a toda caña, y la cafetera comenzó a chirriar como un gato a punto de ser capado.
Sobresaltado me puse en pie.
Confundido no supe cual de las situaciones atender primero.
Pense entonces en hacerlo por orden de preferencia, pero me fue imposible decidir quién había sido el primero, después pensé hacerlo por orden alfabético, luego por veteranía, por proximidad, etc...
Mientras pensaba todo esto la gente que me solicitaba, se impacientaba. Así que finalmente decidí atender a todos a la vez.
Descolgué el teléfono, salí corriendo y abrí la puerta invitando a pasar a quien se encontrara allí, pregunte ¿quien? mientras abría la puerta del patio, aparte la cafetera del fuego y finalmente atendí al vecino pegando cuatro golpes en la pared, al tiempo que me cagaba en su padre, como de costumbre.
Cuando volví al comedor me encontré una chica con maletín sentada en el sofá. Me senté frente a ella y con cara de buen anfitrión le pregunté qué quería. Me dijo que era del triángulo de lectores, y ... después de esto, sus ojos se perdieron tras de mí. Yo me encontraba de espaldas al televisor y recordé entonces que no había parado el vídeo y que la película seguía en marcha.
En ese momento, y por la puerta de mi casa que se encontraba abierta, hizo su aparición el hijo de mi vecina pidiendo una barra de pan. Me levanté de la silla y le dije que solo me quedaba una barra y estaba dura. Vi entonces como los ojos del chiquillo se dirigían a mi entrepierna. Agaché la cabeza y vi como mis calzoncillos formaban cierta tienda de campaña cuyo pico apuntaba al niño.
Avergonzado me giré a un lado, y esta vez el pico de mi cabaña apuntó entre ceja y ceja a la chica que se encontraba sentada en el sofá.
La madre que parió al niño hizo su aparición en la sala, al ver que éste tardaba demasiado en llevar el pan. Su reacción fue de esperar. Comenzó a gritar al verme en gallumbos mientras tras de mí en la televisión una chica jugaba con una zanahoria.
Yo, totalmente obtuso, ya no sabia hacia donde apuntar con la barraca del tío pelón. Así que, me decidí por salir corriendo hacia la cocina y ocultarme allí. Este fue mi mayor error. Con las prisas empujé la cafetera que se encontraba en el borde de la mesa, y ésta se volcó desparramando todo el café hirviendo sobre mi único y más querido miembro.
El grito fue tal, que el vecino de al lado, respondió subiendo mas aun el volumen de la música.
Ahora mi vida se ha vuelto un infierno, mucho peor de lo que os podais imaginar.
Mi vecina no hace otra cosa que insultarme cada vez que salgo a tender la ropa. Mi buzón está repleto de propaganda del triángulo de lectores. Mi vecino de al lado se ha comprado una batería. Pero lo que más me fastidia de todo es que mi amigo el pelón se ha quedado más pelón que nunca.
P.D. ¡Ah se me olvidaba!. La llamada de teléfono era de alguien que se equivocó de número.

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