jueves, 14 de junio de 2007

el viejo leon






El viejo león descansa en la cama del hospital, tumbado en una habitación aséptica, de color crema, acaba de subir del quirófano, donde ha sufrido su segunda operación en diez días, sin fuerzas, rendido, los ochenta y dos años son un peso muy fuerte y él está tan débil...
Cubierto con una sabana se ven sus hombros desnudos, blancos, débiles, ya la carne se descuelga queriendo abandonar el cuerpo, y allí tumbado los huesos se dibujan en los pliegues de su piel. La piel moteada de las escamas de la vejez está manchada. Unas manchas de la operación, de sangre y de los potingues que usan para desinfectar, salen del centro del pecho y se extienden por el hombro derecho. En su cuello, se ve palpitar una vena y se marcan los tendones bajo la blanca piel que se descuelga de su propio peso, la cabeza, con esta palidez parece la de una estatua de esas que a veces ves en los museos, marcándose mucho los pómulos y la nariz sobre los ojos hundidos. Pasa un rato, todos estamos pendientes, y poco a poco su arrugada piel va tomando color, y su cara, surcada por unos tubos que entran por la nariz, queda vacía al haberle quitado la dentadura postiza. Permanece inmóvil, con los ojos cerrados y los cuatro pelos blancos adornan encima de sus orejas hasta llegar a la calva, no ya una calva lisa y brillante, sino con esas pequeñas escamas que dejan los años vividos.

El abuelo esta aun bajo los efectos de la anestesia, allí, en la habitación, se oye el sollozar inquieto de las mujeres y el temblor del miedo a perderlo. Allí, en la habitación 918 del hospital Militar Gómez Ulla, estamos todos pendientes de el, Allí está mi madre, hermano, tíos y tías, primos, y también la abuela.
Es un tiempo congelado en que no sabes si estar o salir a fumar mientras esperas, haces esfuerzos por controlar sentimientos, algún comentario en susurros, y sigues esperando a que de señales de algo. Parece mentira que entre tanta gente te sientas tan solo y fue alli, sentado en una banqueta a los pies de la cama, solo sin importar quien estaba a mi lado, estábamos solos el abuelo y yo. Le miraba y veía al viejo roble que siempre fue, al señor de la casa, hoy viejo y vencido, sin fuerzas. Le veía y desde muy dentro de mí salían las palabras no pronunciadas. ¡Vamos valiente¡ Tienes que poder con ello. ¡Animo¡ Tira para adelante, no te dejes vencer tú eres mi abuelo, el que siempre me decía que había que poder con todo. ¡ Vamos valiente¡.
El miedo que sentía era justificado, los médicos nos habían dado muy pocas opciones, su edad y su extrema debilidad no hacían presagiar nada bueno, y eso que al final de la operación dijeron que fue un éxito y que podría recuperarse, pero yo tenia miedo.
La primera operación fue a vida o muerte, salió bien, y yo sabia que no iba a morir, no me lo creía, me decía pero como, es mi abuelo, es fuerte buen chico, pero esta segunda, después de diez días en los que le vi debilitarse cada vez mas me daba pánico.
¡Vamos valiente, con esta tienes que poder¡
El abuelo se hay movido y susurra quejidos de dolor, esta despertando de la anestesia, o más bien, se pasa la anestesia y el dolor que siente le hace ir despertando, los ojos siguen cerrados y las lagrimas gotean de sus ojos, le duele y llora de impotencia. ¡Vamos valiente, lucha, tú eres mas fuerte¡
La abuela esta de pie a su derecha, la figura pequeña. , enjuta y siempre de negro que siempre ha estado a su lado. La abuela apenas ve ni oye, pero con su huesuda mano acaricia la frente del abuelo y le da todo el calor y el cariño que solo forja toda una vida juntos, nota que sus labios se mueven y nos pregunta qué dice, ella no lo oye. Se queja abuela, pero no esta aun despierto.
Sobre el rostro de la abuela, unas lagrimas luchan entre mil arrugas para al final ir a caer en la almohada del abuelo, mientras su mano sigue acariciando su frente y sus labios murmuran cariño, cariño...
El abuelo abre los ojos, nos mira a todos sin vernos y llora, se queja. Tengo frío, no siento los pies, me duele ... ¡Dios mío!.
Meto la mano bajo la sabana y busco sus pies que acaricio sin cesar. Así, sigue, dice el abuelo y allí con mi mano dando calor a sus pies, parece que se calma un poco.
La habitación se fue despejando de gente, pero yo quede allí, a sus pies intentando transmitirle calor y vida, incluso llegue a pensar que con el calor de mi mano podía transmitirle al abuelo la fuerza que el tanto necesitaba.
No te preocupes abuelo, por mi mano recibirás calor en los pies, y este calor pasara a tus piernas, a tu cuerpo, y llegara hasta tu corazón, venga valiente, te estoy dando calor, estoy aquí para darte vida.
Vamos valiente, has pasado una guerra, has criado a tus hijos, a nosotros tus nietos y aun tienes que contarle batallitas a mi hijo, tienes que leerle todos los días un cuento como hacías conmigo cuando pasaba contigo los veranos, te acuerdas cuando me leias las mil y una noches en aquel libro hecho de papeles sueltos, vamos, tienes tantas cosas aun por hacer; Vamos valiente, lucha, puedes...

Allí a sus pies, entre sus llantos y quejidos, entre esa impotencia de un viejo roble que ve que no tiene ya fuerza, pasó en un momento tanto tiempo vivido juntos. No quiero que esto acabe.
Recordé que la abuela y tu me enseñasteis a jugar a las cartas, al tute, recuerdas, si seguro que te acuerdas de aquel enfado que cogiste cuando por fin pude ganarte, que no fue enfado, fue un regruño cargado de orgullo. Recuerdo que me enseñaste a coser el cuero, a hacer muchas cosas con mis manos. También me enseñaste la disciplina, el honor, y todos esos valores que tu, un viejo soldado, tuviste siempre por lema en tu vida. Me enseñaste a Dios, cuando de la mano me llevabas a misa y me contabas con infinita paciencia las “batallitas” de Jesús.
No llores, no te quejes, estoy aquí y te quiero vivo. Te quiero fuerte, vamos valiente, puedes con esto también, tengo mi mano en tus pies dándote calor.

Recuerdo aquellos paseos por el pueblo, cuando tu te empeñabas en que conociera los distintos árboles, cuando querías que supiera las lindes de las tierras para que nadie pudiera engañarme, cuando me decías cómo había que coger la manzanilla del campo y cual era el tomillo y cual el romero. Yo niño de ciudad no tenia ni idea y tu te reías y volvías a empezar otra vez.

.-¿Qué me han hecho?. ¿ Por qué no me dejan morir?
.- Tranquilo abuelo, ya paso, descanse, esta bien
.- Tengo frío, me duele
.- Ya descanse, descanse, ya pasó
.- No puedo
.- Que si, venga, tiene que querer, vamos valiente, tiene que querer.

Recuerdo cuando murió mi padre, yo solo tenia once años, y no lloraba, era todo tan extraño, tan increíble que no lo asimilaba, solo, me aislé de todos y todo, no entendía que papá nunca mas volvería, veía que mama lloraba, que todos lloraban y yo miraba al suelo solo en un rincón. El abuelo se vino conmigo al rincón, al principio no me dijo nada, solo me cogió las manos y me las apretó, se quedo así allí conmigo y al rato, aun cogidos de la mano dijo “Yo seré tu padre”. La verdad es que las manos del abuelo hicieron mas en mi que todos los lloros, abrazos y besos de tanta gente que allí estaba.
Vamos abuelo, como tu entonces, ahora yo seré tu vida, mis manos dan calor a tus pies y mis manos te darán vida, vamos valiente, aguanta.
Los ojos abiertos del abuelo miran a la abuela que esta de pie siempre a su lado. No se dicen nada, la mano de la abuela sigue acariciando su frente, se miran, no sé si se ven, pero se saben, saben tanto el uno del otro que no les hace falta decir nada.
Desde que la abuela ha perdido tanta vista, el abuelo ha sido su lazarillo, sirviente, hacedor, lo es todo para ella. La sordera ha sido progresiva, cosas de los años dice el medico, pero sin vista, la cosa cambia. El abuelo la viste, la peina, hace las cosas de la casa y se la lleva de paseo cogiditos de la mano, le dice donde hay un escalón y lo hace con tanta sabiduría que ella no se siente inútil sino atendida como una reina. Un día que fui a su casa, el abuelo le contaba las novelas de la televisión, lo que ella no ve, y la mantiene ocupada y entretenida.
El uno no es nada sin el otro, se saben el uno para el otro, la abuela es la causa de seguir vivo el abuelo, su utilidad. El abuelo es el sostén de la abuela, por él sigue todos los días.

Arrecian los lamentos, vienen las enfermeras y le lavan, así vemos que esta vez en la operación le han abierto con un corte vertical del pecho al estomago y también por los costados, de donde salen bombas de drenaje, le ponen antibiótico en el suero y un calmante, esta sondado para orinar, y mientras lo lavan, desnudo encima de la sabana su cuerpo tirita.
Vamos valiente, ya lo tapan y yo vuelvo a darte calor en los pies, a ver si se te calman los dolores, descansa, tienes que ser fuerte.


NOTA : El abuelo salió de esta, en principio pareció que bien, aunque su cáncer estaba muy avanzado. Meses después, ya no pudo salir mas, otra operación hizo que se consumiera y que un día nos dejara solos.
Sirva este pequeño testimonio en recuerdo de mi cariño.

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